HACÍA tiempo que no experimentaba la sensación de haber viajado hacia atrás en el tiempo. Lo sufrí, además, sin haber consumido ninguna sustancia estupefaciente sino con la única ayuda de ver al presidente Aznar en la pequeña pantalla (no es un error, los que han sido presidentes mantienen también siempre el título entre otros muchos beneficios). Ver cómo el que ha estado al frente de un país, y de un partido que es emblema de la corrupción, se dirige con ese desprecio a quienes tienen tanta legitimidad como él para estar en el Congreso de los Diputados me produce un asco interno contra el que no hay almax que valga. El tono chulesco, con aire de superioridad, ofensivo y casi dictatorial es completamente impresentable para quien acude al Congreso a responder preguntas y acaba hablando de los gemelos de Pablo Iglesias.

Bien es cierto que los diputados, en lugar de interrogarlo, parecían ponerle el capote para que, como un Miura, entrara a matar. Su imagen de chulo de bar me ha hecho viajar a los años 90 y 2000, un tiempo afortunadamente ya superado, pero que jóvenes políticos parecen querer recuperar, cuando ya todos teníamos superados los años más oscuros y los modos del aznarismo. Porque aunque la política actual peque de muchas cosas (como la falta de conocimiento, el postureo, la propaganda y la falta de diálogo), el tono faltón, insultón y de falta de respeto que reinaba en la época de Aznar, Guerra, Trillo, Álvarez Cascos o Corcuera ya ha pasado y mantiene a Rafael Hernando como adalid de esta forma de hacer política y a Gabriel Rufián de aprendiz.

Sin embargo, noto que es una tendencia en la que jóvenes políticos se están adentrando peligrosamente también en Navarra y permítanme que, de momento, no de nombres pero es fácil adivinar si se siguen de cerca las redes sociales. Hemos vivido en Navarra y Tudela una legislatura convulsa, quizás una de las más convulsas a nivel político (que no de gestión) y es posible que estas reacciones viscerales respondan a lo poco habituados que están muchos a no tener el mando y ejercer la labor de oposición y otros tantos a aceptar las críticas y detentar el poder. La lucha acaba de empezar. Esperemos que la maquina del tiempo se quede parada y ningún jovenzano venido arriba se empeñe en ponerse el bigote y se obsesione con las abdominales.