hora la Bardena es una gozada. Está como cuando tenía 15 años. No hay nadie, sólo los que tenemos que estar". Así describe Javier Gurría, conocido en Arguedas como Javierico el Pastor ("no sé hasta cuando me durará lo de Javierico", ríe) - cómo está durante el coronavirus la Bardena, su lugar de trabajo desde que con 13 años comenzó a llevar rebaños junto a su padre. Desde su corral en El Caldero demuestra cómo el viejo proverbio de que el aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo, se hace evidente. Todo tiene consecuencias, incluso para quienes pasan casi 12 horas al día en el desierto bardenero. El menor consumo de carne de cordero lechal, las dificultades para esquilar o la escasa venta de lana son también el resultado de este mundo globalizado. Pero Javier no niega que la ausencia de turistas en Bardenas es el aspecto positivo de un confinamiento y unas medidas preventivas que poco le afectan más allá de "ponerme mascarilla y guantes cuando compro el pan antes de ir con las ovejas". A sus 49 años, casado y con un hijo de 13, no ve futuro en un modo de vida que el eligió atrapado por la pasión de la Bardena y del ganado, "desde crío me ha encantado. Con 12 ó 13 años en lugar de salir a jugar al balón me iba con las ovejas. Ahora tengo lo que quería tener de crío, 900 ovejas mías y mi coche, pero todo son problemas. Yo estoy con ovejas porque me gusta, pero al que no le guste que no lo haga porque lo aborrecerá. Aquí hay que estar los 365 días, las 24 horas y ¡cuidado cómo pisas! porque no habrá nadie que vaya. Mi hijo me echa una mano a veces, pero no quiero que siga, es una vida que no es para nadie".

Javier, ante una Bardena (ahora sí), desierta, disfruta de las consecuencias más apacibles del coronavirus junto a su burro, Chaval, a su perra, Capitana, sus 950 ovejas, 20 machos, y 20 cabras, "mis ovejas y yo estamos en la gloria".

Pero ni mucho menos es todo idílico. La bajada en la venta del cordero lechal, lo que se cría en el desierto bardenero, pone en serio peligro de continuidad su economía y la subsistencia de uno de los pocos usos tradicionales que dieron vida durante siglos a las áridas Bardenas. El cierre de restaurantes, la prohibición de la vida social y eventos festivos (siempre relacionados con este manjar), dejan en el aire el futuro del sector. "Vendíamos a Castilla el cordero lechal que criamos aquí de 10 ó 12 kilos y con 25 días, que solo ha tomado leche. Ahora con este panorama hay compañeros que los están vendiendo a 35 ó 40 euros cuando su precio es de 50 ó 60 euros. Por menos estás poniendo dinero de tu bolsillo". Las carnicerías son incapaces de asumir el atasco de cordero generado con el coronavirus y ahora venden de 20 en 20 cuando antes se hacía por centenares. "Yo la verdad es que he tenido suerte. La camada anterior me la quité entera la semana antes de que empezaran estos problemas. Ahora me viene una de 400 lechales y no sé qué pasará".

Para Javier la desaparición de las fiestas populares, eventos sociales, barbacoas y reuniones familiares son un problema tan grande como el de los restaurantes. "Antes empezaban los Sanfermines y se disparaba el precio, las fiestas de los pueblos, las reuniones, cualquiera hacía un asado o costillas. Pero eso ha desaparecido, incluso ya antes del confinamiento". Este pastor, que cumplió los 49 años el pasado 20 de marzo, no acierta a entender la afición por el pollo y el conejo. Con su acento arguedano lanza sus reflexiones al aire, "medio cordero está ahora a poco más de 20 euros en los hipermercados. Con eso y cuatro patatas pueden comer 4 ó 5 personas, pero, no, prefieren conejo o pollo. Veo a gente de mi pueblo que se van a Burgos a comerse un asado, que será de la Bardena, con cuatro lechugas y una botella de vino y les joden 150 ó 200 euros. Les han metido un palo de miedo y lo pagan tan contentos. Sin embargo lo tienen aquí y no lo quieren. No lo entiendo", concluye Javier.

Espera 25 ó 30 días para vender las camadas, pero en las condiciones actuales "podría esperar hasta 45 ó 60 días", si bien no sería la misma calidad. Pese a que afirma que a nivel nacional está habiendo conversaciones al más alto nivel para vender corderos a Arabia Saudí y así tratar de aliviar el mercado, "eso no nos vale a nosotros. En la Bardena no puedes criar esos corderos, de 30-35 kilos, no es rentable hacerlo. A la madre se la comen las crías mamando en el corral. Nosotros no llegamos a esos kilos con lo que comen en la Bardena. Tenemos ovejas hechas para el cordero lechal, no para el grande. Nuestras ovejas son de raza Rasa, chiquitica, pelona, de mucha lana".

Precisamente la lana es el otro gran problema con el que se están encontrando. La ausencia de esquiladores suficientes en España hace que cada año vengan hasta tierras bardeneras algunos de los entre 600 y 800 uruguayos que se encargan de descongestionar a sus ovejas. No hacerlo, o hacerlo demasiado tarde, puede ser un problema añadido para que los animales puedan sobrellevar los 40 grados que caen a plomo cada verano en la Bardena blanca. "Sin los uruguayos no vamos a poder esquilar. Han pedido que dejen pasar unos 300 ó 400 aunque dure más la campaña. Si no vienen se van a quedar el 80% de las ovejas sin esquilar en España porque los que hay no pueden dar a basto".

Cargando con la lana, las ovejas pierden vitalidad y calidad de vida, andan y corren menos y eso repercute en la carne y en la cría, "cuando les quitas la lana y cae una buena tromba de agua es como cuando nosotros nos duchamos, que te quedas como nuevo. Ganan en peso, en alegría y en músculo". Hasta finales de mayo se puede esperar para realizar el esquileo, porque más adelante empiezan los problemas. "Mayo entero podría esperar, pero si las esquilas en junio se les quema la piel con el sol, se les hacen ampollas, la mosca se les caga y salen larvas en las heridas. Si te pilla todo un rebaño con quemaduras es un chandrío. Casi mejor dejarlas sin esquilar". Desde hace años apenas les compran, y el que se lleva la lana de 20.000 ovejas de la zona "ha dicho que se la llevará pero que no nos podrá pagar de momento. No te puedes deshacer de la lana, no la puedes quemar porque no arde y es un foco de infecciones en un corral para que aparezcan ratas y pulgas".

La única buena noticia de estos 50 días para Javierico el Pastor ha sido volver a disfrutar de una Bardena vacía y verde "como no la veía hace 40 años", sin la presencia constante e incómoda del turismo, que le molesta más que el paso de los aviones, "aunque no te lo creas las ovejas se han acostumbrado. Han nacido con ello y no se inmutan". No duda en asegurar que "estamos en la gloria. Antes veías una furgoneta y decías, ¿quién será? Ahora venga coches y venga coches, y motos, y bicis y más coches... Muchas veces cuando llega el fin de semana me escondo por barrancos o donde sea, pero aún así. Más de una mañana me he encontrado gente haciendo fotos dentro del corral o me hacen fotos a mi en la Bardena y les digo '¿me meto yo en tu casa a hacerte fotos?', '¿me tendrás que pedir permiso a mí, no?' y atraviesan el rebaño con las motos y dejan sueltos a los perros que me asustan el rebaño. Pero Bardenas no nos tiene en cuenta. Somos el último mono y nos tienen aquí como figuras pintorescas, cuando estábamos aquí antes de que nadie viniera".

"Las medidas preventivas las sigo al comprar pan antes de ir a Bardenas"

"Hago lo que quería hacer desde niño, pero esta vida no es para nadie"

"Si no dejan venir a 400 uruguayos, no se esquilarán el 80% de ovejas del país"

Pastor