Pamplona recordará el 7 de julio de 2020 como el Día de San Fermín más triste y extraño de su historia reciente, con sus internacionales fiestas suspendidas y una ciudadanía nostálgica ante la ausencia de celebraciones pero responsable con las medidas de seguridad recomendadas contra la pandemia causante de la situación.

Esa ha sido la lectura del alcalde de la ciudad, Enrique Maya, quien ha reiterado su "muy buena y muy positiva" valoración del transcurso de los días 6 y 7 de julio, jornadas que deberían haber sido las primeras de los Sanfermines 2020 de no haberse suspendido, lo que ha traído a las calles una inédita tranquilidad en estas fechas que ha querido agradecer a los ciudadanos.

Sin embargo, la tristeza de la ciudadanía es palpable y lo demuestra desde el lunes con gestos que evidencian la nostalgia, como el que ha tenido lugar este martes cuando a las 8.00 horas las calles por las que habitualmente pasa el encierro han amanecido sin mozos, toros ni espectadores.

No obstante un grupo de corredores del encierro, de blanco y rojo, se ha acercado hasta la cuesta de Santo Domingo para entonar ante la imagen de San Fermín los cánticos habituales antes del inicio de la carrera ante un nutrido número de medios de comunicación que se habían congregado en el lugar para inmortalizar las ocho de la mañana de este singular 7 de julio.

Sí se ha celebrado a las 11.00 horas la Misa en honor de San Fermín en su día, uno de los pocos actos del programa oficial de los Sanfermines que se ha mantenido en 2020, al ser una celebración religiosa y dependiente de la parroquia, aunque ha perdido su carácter multitudinario y la solemnidad que tradicionalmente le acompaña con la procesión que en esta ocasión no ha tenido lugar.

Un total de 282 fieles, el 75% del aforo del templo, han sido los privilegiados asistentes a la Misa tras llenarse todas las plazas habilitadas mucho antes del comienzo de la celebración religiosa, aunque un nutrido grupo de pamploneses se ha apostado a las puertas de la Iglesia donde durante todo el año se guarda la imagen del santo.

Con el alcalde, Enrique Maya, a título particular en primera fila, el arzobispo de Pamplona y Tudela, Francisco Pérez, ha presidido una eucaristía en la que ha reconocido "la fuerte experiencia de devoción a la fiesta de San Fermín" que existe "en el corazón de todos los pamploneses y de todos los navarros", aunque ha diferenciado los festejos de "la fiesta del santo, que sigue en pie".

Han sido muchos pamploneses los que no han podido asistir a la misa debido a la restricción del aforo decretada para frenar los contagios de la COVID-19, si bien también han sido muchos quienes han seguido su desarrollo por televisión, e incluso en el exterior del templo había ciudadanos que aguardaban su conclusión para poder saludar a la imagen del santo, una vez que se han limpiado y desinfectado los bancos.

La imagen contrastaba con la habitual de un 7 de julio, en la que las calles del casco viejo se abarrotan de ciudadanos expectantes al paso de la procesión, en la que se cantan jotas al santo, que va acompañado del cabildo catedralicio, alcalde y concejales vestidos de gala, junto a timbaleros, maceros, clarineteros, txitularis, escolta, gaiteros, la Comparsa de Gigantes y Cabezudos y La Pamplonesa.

En ausencia de ese bullicio, no han fallado a su cita anual de los Sanfermines, en este caso en su faceta de protesta contra los encierros y corridas de toros, los grupos AnimaNaturalis y PETA por un lado y Libertad Animal Navarra por otro, que con sendos actos reivindicativos han deseado que este año sirva para determinar el fin definitivo de la tauromaquia en la ciudad.