Europa está redefiniendo su futuro con nuevas prioridades, y la innovación – como tantas veces en la historia de la construcción europea – vuelve a quedar en una posición sensible. En este momento de inflexión, el debate en Bruselas ya no gira exclusivamente en torno a la transición verde o la transformación digital, sino que la seguridad y la competitividad industrial han adquirido una importancia mayor. Lo reflejan con claridad los últimos documentos estratégicos de la Comisión Europea, entre ellos, la Brújula de la competitividad y el Clean industrial deal. No son simples informes técnicos, sino los cimientos sobre los que se construirá el próximo gran instrumento de financiación: el 10º Programa Marco de I+D+i (FP10), por su abreviación en inglés, cuya negociación está en marcha y cuyo primer borrador se conocerá en julio.
Este viraje de prioridades no es casual. El contexto geopolítico ha cambiado de forma abrupta, con guerras abiertas a las puertas de la UE y una creciente dependencia tecnológica y de materias primas de actores externos. En ese escenario, la autonomía estratégica se ha convertido en mantra. Bruselas ha abierto la puerta a un fondo de defensa europeo de gran escala y a megademostradores tecnológicos en sectores como el automóvil, la industria limpia o las infraestructuras energéticas. Lo que está en juego no es solo hacia dónde se dirige Europa, sino cómo se va a repartir el dinero.
Y es aquí donde se encienden las alarmas. Porque si bien es comprensible y necesario que Europa refuerce su competitividad, no podemos permitir que ese refuerzo se construya a costa de la innovación. Desde Zabala Innovation defendemos con firmeza que el apoyo a la innovación no debe quedar diluido ni subsumido bajo el paraguas de un gran fondo de competitividad. La innovación necesita un espacio propio, independiente, con un presupuesto estable que recorra toda la cadena de valor: desde la investigación básica hasta la puesta en el mercado.
Proyectando futuro
La propuesta que se debate en estos momentos plantea la integración del programa de innovación en un fondo mayor, donde los recursos podrían reorientarse fácilmente en función de necesidades coyunturales. Si el programa de innovación pierde su independencia, estará expuesto a esa lógica constante. ¿Europa necesita flexibilidad? Sí, pero también necesita certezas. Y una de ellas debe ser que seguirá apostando por la innovación, no como accesorio, sino como motor estructural de su proyecto común.
En Navarra, esta conversación no es ajena. Todo lo contrario. La región ha demostrado una y otra vez que sabe leer el lenguaje de Bruselas. Proyectos como el de Tracasa, que participa en consorcios europeos vinculados a defensa, o el liderazgo de Zabala Innovation en la plataforma SET-IndEU – centrada en soluciones para la eficiencia energética industrial – demuestran que Navarra está preparada. Además, el ecosistema regional de innovación interesado en asuntos europeos, impulsado por el Gobierno foral a través de su Oficina de Proyectos Europeos y consolidado en los últimos años, coloca a la comunidad en una buena posición para aprovechar los nuevos instrumentos que vendrán.
No obstante, no podemos bajar la guardia. Las reglas están cambiando, y con ellas cambiarán también las condiciones de acceso a la financiación europea, nacional y regional. El nuevo marco financiero plurianual 2028-2034 se está definiendo ahora. Los presupuestos que salgan de esta negociación marcarán los ritmos de toda una década. Si no se defiende ahora un programa de innovación fuerte, independiente y bien financiado, no habrá forma de recuperarlo después.
El mensaje a empresas, universidades, centros tecnológicos y administraciones es claro: es momento de actuar. Es fundamental aprovechar las oportunidades existentes, como las que ofrecen programas como Horizon Europe o LIFE, que todavía mantienen convocatorias abiertas en ámbitos clave como la economía circular, la energía, los residuos o la movilidad sostenible. Pero también es urgente prepararse para lo que viene. El FP10 marcará un antes y un después en la política de innovación de la UE, y no podemos permitirnos quedarnos al margen.
Desde Zabala Innovation llevamos meses trabajando para posicionar esta preocupación en los espacios adecuados, participando en encuentros y eventos a los niveles más altos. Y lo seguiremos haciendo, porque creemos que la innovación merece tener voz propia. Es necesario influir ahora en el diseño del nuevo programa y garantizar que la innovación tenga el lugar que le corresponde en el futuro de Europa.
No se trata solo de defender un presupuesto o un instrumento. Se trata de proponer un modelo de desarrollo que no responda únicamente a la urgencia del momento, sino a la necesidad de construir un tejido productivo europeo más resiliente, más limpio, competitivo y autónomo. Y eso solo se consigue con visión a largo plazo. Navarra tiene los mimbres, pero necesita mantenerse alerta. Porque quien no se posiciona a tiempo, luego no encuentra sitio en la foto.
Este es un momento clave. Bruselas decide ahora, y todos los niveles de gobierno – desde la UE hasta las comunidades autónomas – se verán afectados. La innovación no puede convertirse en la moneda de cambio para resolver otras urgencias. Por ello, nuestra llamada a la acción es clara: defendamos la innovación, protejamos su independencia y asegurémonos de que siga siendo una prioridad irrenunciable. Navarra, una vez más, tiene la oportunidad de estar entre las primeras. Pero esa decisión se debe tomar ahora.