Esta noche se nos ha ido de este mundo el etxarriarra Álvaro Mundiñano Gartziandia, al que DIARIO DE NOTICIAS definiera como “el retratista del Casco Viejo”.

Álvaro Mundiñano, además de retratista, era obrero; desde muy joven empezó a trabajar en un taller de carrocerías de Ansoáin y, así, podía ayudar en casa con su sueldo a su madre viuda y a sus hermanas y hermanos. A su regreso de México, trabajó en otro taller, esta vez en uno de calderería de Landaben, hasta que una enfermedad incurable le obligó a retirarse.

Además de trabajador, fue un luchador incansable, siempre defendió la libertad y la justicia social; participó en movimientos sociales y en organizaciones y partidos políticos de izquierda mostrando siempre su compromiso; conoció la clandestinidad durante un tiempo y, durante otro, la responsabilidad de ser concejal en un Ayuntamiento; en el del Valle de Elorz.

Además de proletario y luchador, era artista. En sus obras Sakana siempre está presente. Especialmente el monte Beriain, San Donato. Los pastos de la Barranca y los lugares de Arañaz que alguna vez se despoblaron, Lazkoz, Maiza, Erdozia, Mundiño o Mundiñano... Hasta allí se desplazaba para pintar.

Además de, a veces, patrón, y siempre revolucionario y pintor, era un vascófilo de los mejores; hoy el euskera ha perdido a un hablante importante, el euskera está más débil sin él, porque siempre lo tenía presente y lo difundía y fortalecía a cada paso. En sus exposiciones toda la información estaba siempre en euskera, también los títulos de sus pinturas, siempre en euskera, siempre. Hori dek, hi! Barkazak hau erdaraz idazteagatik!

Además de emprendedor, rebelde, paisajista y euskaltzale, era sakandarra, amaba a Sakana sobre todas las cosas. Y, a la vez, era un etxarriarra que llevaba a México en el corazón. Hasta allí voló como la golondrina veloz y fatigada de la canción, y allí, alzado por el cariño de la gente al título de ingeniero, encontró, además del refugio que buscaba, cariño, respeto y amor. Solía cantar con buena voz Las mañanitas a quien cumpliera los años. El pasado sábado fue el suyo.

Al volver a su tierra retrató las calles, las fuentes y las gentes del pueblo, porque además de trabajador, comprometido con las causas sociales, artista, vascófilo y sakandarra, era un buen amigo, un hombre de gran corazón, honesto, ético, honrado, culto (destacado alumno del Aula de la Experiencia de la UPNA), y siempre dispuesto a dialogar y a ayudar. 

Además de en México, expuso sus pinturas en Colombia, Japón y Laburdi. También en Lakuntza, Altsasu, Noain. Hace ahora justo un año, también en la sociedad Plazara de Pamplona, donde donó los cuadros que se vendieron para colaborar en la publicación del libro que la Asociación de Vecinos elabora sobre la historia del Casco Viejo. Él quería que sus pinturas estuvieran en manos de la gente del pueblo. Hoy se nos ha vuelto a marchar, y con su marcha ha dejado un gran vacío en las calles de Sakana, Senpere, Oaxaca, Coatzalcoalcos, Mutilva, Elortzibar y el Casco Viejo de Pamplona, también en nuestros corazones.

¿Quién hará ahora todas esas cosas que solo él sabía?