Conocí a Jose Mari hace muchos años, cuando él era director comercial de Industrias Laneko y me encargaba hacer sus catálogos para la exportación, esta empresa pertenecía a un grupo exportador metalúrgico de la Comunidad Autónoma Vasca.

Siempre era muy amable, y le empecé a descubrir como un gran amante de su tierra. De aquella época recuerdo que me regaló algunos tornillos de los que se usaban en las traviesas de los trenes, y algún cabezal de bomba hidráulica, unos objetos mágicos para mí.

Mucho más adelante, ya le traté como presidente del Consejo Regulador de Queso Idiazabal; yo realizaba Tertulias del Vino en Pamplona, Madrid y Barcelona, y además participaba, con Álex Múgica, en el programa de radio Sopas con Onda de Onda Cero de Navarra, y de vez en cuando venía José Mari y nos regalaba su sabiduría.

Esa relación se desarrolló muy bien y entré a formar parte del jurado del Concurso de Quesos Idiazabal de Uharte-Arakil, allá por 2010, y sigo en ello estupendamente. Sus catas de queso Idiazabal eran auténticas lecciones magistrales.

Esta primavera no acudió al corte del primer queso Idiazabal de Navarra en la sociedad Napardi de Pamplona, otra de sus actividades anuales, porque la tarde anterior había ingresado en urgencias. Tenía 85 años, fue el aviso final. Jose Mari era lo que se puede llamar un hombre bueno que lo ha dado todo por su tierra, por los pastores, por la oveja latxa, por el queso Idiazabal. Va a ser muy difícil reemplazarle, pero seguro que alguno de los jóvenes que le admiraban dará un paso al frente.

Goian bego Jose Mari