Los encantos de Leitza
En Leitza se encuentra el larguísimo túnel de Uitzi, de 2,7 kilómetros. Según decían, cuando el tren pasaba por ahí sus pasajeros, resguardados en la intimidad y el anonimato de la oscuridad, podían darse el beso más largo del mundo. Durante un largo periodo fue el túnel más largo de Europa. Aunque hoy en día está perfectamente acondicionado y es 100% seguro, seguro que a más de un ciclista o caminante se le hace eterno el trayecto.
Leitza es una encantadora villa formada por unos 100 caseríos diseminados en las faldas del monte. Viven cerca de 3.000 habitantes. Su casco histórico bien merece una visita. Las casas, de piedra, contrastan con las terrazas y balcones de madera. En el municipio se suele contar a modo de chanza que, por la posición oblicua de los edificios, enfrentados entre sí, parece que las casas estuvieran enfadadas. En el núcleo urbano destaca el eguzki-lore o cardo de las puertas de las casas.
Las viviendas más antiguas de Leitza están en plaza Zaharra, lugar que ocupó en su día el Ayuntamiento. En el pueblo tiene fama el agua fresquísima de la fuente de Iturrizarrea: sus propiedades mágicas explican como el misterio de por qué esta diminuta villa se ha convertido en una cantera inagotable de deportistas vascos. De Leitza son Iñaki Perurena, Mieltxo Saralegi, el ciclista Mikel Nieve, el pelotari Oinatz Bengoetxea, segalaris como Jon Kanflanka, grandes aizkolaris como Patxi Astibia o Martín Garciarena... A modo de curiosidad, a unos dos kilómetros de Leitza, se encuentra el museo al aire libre Peru-Harri de la familia del harrijasotzaile Iñaki Perurena. Sobre un enorme césped, han levantado una serie de llamativas esculturas de piedra donde se mezclan el deporte, la cultura, la historia y la identidad milenaria del Pueblo Vasco. La figura que emula al harrrijasotzaile, de ocho metros de altura y 40 toneladas de peso, es la joya de la corona y donde los visitantes se hacen la foto de recuerdo.
Escenario de películas como '8 apellidos vascos', 'La buena nueva' o 'Dantza', en la plaza Euskal Herria se mide la temperatura social y cultural del municipio. El 'Ingurutxo' de Leitza, uno de los bailes tradicionales del que se sienten más orgullosos sus vecinos, se representa aquí. El mercado semanal se celebra los viernes y los sábados, junto a la vecina Areso, de la que Leitza formó parte durante siglos hasta la separación en 1770, tiene lugar un mercado con productos típicos de caserío. Dos recomendaciones más para terminar de descubrir Leitza. Por un lado, la Iglesia de San Miguel, de finales del siglo XVII, y en el que en el siglo XIX se le añadieron el campanario y unos elegantes arcos. Debido a su altura, desde la puerta de la iglesia la vista es magnífica. Impresiona el estupendo estado de conservación del lavadero de Aien, construido en 1863 y pegado a la plaza del pueblo. Hoy en día es un lugar habitual de encuentro, que permite la celebración de pequeños conciertos, recitales de cuentos y otros eventos culturales íntimos.