Multipremiado e influyente poeta y ensayista, autor de obras tan especiales y fundamentales como Filosofía y consuelo de la música, con la que ganó el Premio Nacional de Ensayo 2021, Ramón Andrés este año trabaja en dar contenido y poso a los Encuentros de Pamplona con los que se quiere celebrar el 50 aniversario de los Encuentros de 1972, uno de los hitos de la cultura contemporánea que reunió en la capital navarra a la vanguardia de su tiempo. 

PERSONAL

Nacimiento: Pamplona (1955).

Trayectoria: Poeta y ensayista, atesora galardones como el Premio Nacional de Ensayo 2021, el Premio de la Crítica 2020 de poesía por el libro Los árboles que nos quedan (Hiperion, 2020), o el Premio Internacional Príncipe de Viana de la Cultura 2015. En su juventud fue músico profesional, interpretando repertorio medieval y renacentista por Europa, formación que le ha permitido adentrarse en la Historia del pensamiento desde la perspectiva del lenguaje musical. Es académico de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi desde 2018.

Publicaciones: Su última publicación es Caminos de intemperie (2022), que se suma otros títulos como Filosofía y consuelo de la música, Pensar y no caer, Poesía reunida y aforismos, Diccionario de música, mitología, magia y religión, El mundo en el oído. El nacimiento de la música en la cultura, La amplitud del límite, La línea de las cosas...

Cambió una gran ciudad como Barcelona por Baztán. ¿Qué consecuencias ha tenido para usted y su obra la vuelta a la naturaleza? 

Llevo cinco años ya en Baztán. No necesité ni un segundo de adaptación. La vida en una gran ciudad es difícil, sobre todo si trabajas en ella. Barcelona es una ciudad magnífica pero para visitar, para unos pocos días, pero para trabajar ya es otra cosa. Se dieron una serie de circunstancias, mi deseo siempre había sido regresar a Navarra, sobre todo al valle de Baztán. Pasaba los veranos allá de los 10 o 15 últimos años, así que no lo pensé dos veces. Llevo ya cinco años allá. Estoy muy contento, es un lugar precioso, magnífico por la gente. Me he sentido muy bien acogido y la gente hace todavía más bonito ese lugar. 

¿Qué cambios ha sentido en su vida?

En primer lugar, el ruido. Hay un silencio absoluto de noche, cosa que en Barcelona ya es imposible, aunque sea noche cerrada. Puedo trabajar muy bien, no necesito desplazarme, y puedo pasear por lugares en los que tiene sentido pasear de verdad. Cuando estás acostado y recuerdas todo lo que tienes alrededor, los bosques, el río, te sientes mucho mejor, incluso en tu propia habitación de noche pensando en lo que te rodea.

Las ciudades cada vez se distancian más de las personas.

Completamente. Me costaría mucho vivir en una ciudad o en algo parecido. Es verdad que en Barcelona dejé a amigos –que siguen siendo mis amigos–, una parte de mi familia, a mis hijos, aunque están por el mundo... Dejé unos recuerdos de tantísimos años, pero en el fondo, aparte de la amistad y algunos lugares muy concretos, no echo de menos nada. Yo mismo me he asombrado. Sí que me gustaría tener a mano una gran librería. Aquí hay muy buenas, pero allá hay algunas que reciben novedades extranjeras, aunque no sea un gran problema.

Su obra es muy particular dentro del panorama cultural. Aúna ensayo, investigación, poesía, filosofía, reflexiones... ¿Cómo se percibe a si mismo en relación a su obra?

Mucha gente dice que soy un rara avis y debo admitirlo: es así por los temas que trabajo, en apariencia tan distintos entre sí. Algo que he descubierto es que hay una parte distinta de mi en cada género. Cuando escribo aforismos asoma una parte de mi nihilista, algo cáustica, cosa que no soy porque al escribir poesía asoma un optimista. En ensayo aparece un estudioso al que le gusta reflexionar despacio. Puedo dar salida a distintos registros que coexisten en uno. Todos somos varios, por lo que no podría ni sabría definirme.

¿Cómo se va fraguando esa forma de hacer y cómo nace esa vocación por el conocimiento y la cultura, por la música sobre todo?

Yo fui mal estudiante; lo aprendí todo cuando dejé la enseñanza oficial. Siempre he tenido curiosidad –diría que casi enfermiza–, mucha inquietud y necesidad de explicarme las cosas. He observado mucho, y eso es lo que me ha llevado a escribir. De niño, a los 10 u 11 años, escribía poesía porque tuve una infancia bastante complicada por la situación familiar. El hecho de escribir supuso un recogimiento, que también se inició desde muy niño, pero sobre todo me proporcionó orden. Era una manera de ordenar mi mundo, el exterior y el interior. Y sigue siendo así todavía.

Le ayudó a seguir adelante.

Me ayudó muchísimo. Mi país fue, y parece una frase de Borges, la literatura, la poesía…

A partir de ahí amplió los campos de interés.

Sí, porque en el fondo todo está muy conectado. Coges una suite de Bach y empiezas a leer la filosofía o a ver la pintura de su tiempo y te das cuenta de que todo está muy relacionado.

Su libro Filosofía y consuelo de la música es un gran fresco sobre el conocimiento y la aportación de Europa a la cultura y al humanismo. ¿Europa ha dejado de ser humanista? 

Europa se ha arrepentido de ser humanista, está renegando de sus raíces humanistas. Europa fue desde el inicio un proyecto político, también fue un proyecto espiritual, pero igualmente un proyecto intelectual y artístico, sobre todo a partir del siglo XV, cuando empieza a haber una conciencia como tal. Esa es la Europa que ha dado su identidad a una manera de hacer y de pensar. La influencia de otras potencias y la irrupción de una tecnología muy avanzada ha pillado a contrapié a Europa y la han dejado en tierra de nadie.  

¿Cómo ve la Europa actual?

La Europa moderna se ha olvidado de su pasado, de su memoria, y le ha entrado la prisa por competir. Vemos el desafío tecnológico de China y de Estados Unidos. Europa está cuarteada por países y culturas con gran personalidad propia, por lo que es muy difícil que todo esto se mueva al mismo tiempo. Son mentalidades muy distintas las que ha generado cada cultura. Es un momento delicado para Europa porque no sabe qué es o qué quiere ser, más allá de un proyecto político que se está improvisando. Ahora estamos pagando la mala política que se hizo en Bruselas hace 10 o 15 años pensando que Europa era una, que el euro era igual para un alemán que para un español o un portugués. La propia Europa estuvo a punto de 

cargarse un país de la Unión Europea como es Grecia.

"Mi país, y parece una frase de Borges, fue la literatura, la poesía”

Que es la madre de tantas aportaciones.

A Grecia le debemos tantísimas cosas… Ha habido personajes nefastos en la política, como Christine Lagarde, que han hecho mucho daño. Toda esta gente ha sido nefasta para Europa porque no han tenido ninguna visión política, han tenido una visión de banqueros, que es muy respetable, pero no para las política públicas.

En Pensar y no caer hace una reflexión sobre la abundancia y el derroche, algo que hemos aceptado totalmente cuando históricamente nunca ha sido así.

Ahora estamos muy acostumbrados al stock, a la abundancia, a lo sobrante. Incluso se pusieron de moda los envases desechables. En Europa vivimos en la sobreabundancia, en el exceso de comida. Somos una sociedad empachada, depredadora y muy saciada, y claro, está pasando todo lo que está pasando.

Es usted el comisario de los Encuentros de Pamplona del 2022, que se celebrarán del 6 al 18 de octubre. ¿Qué ideas subyacen en la programación, qué ha tenido en cuenta, qué quiere reflejar con la programación que ha conformado?

Precisamente dar respuesta a esto que estamos comentando. Dar una solidez. Aquellos Encuentros del 72 fueron estupendos por lo que suponían entonces, pero me gustaría que ahora dejaran un poso de verdad más allá de algunas propuestas artísticas o musicales, argumentarlo y dejar entrar el pensamiento. Me parece fundamental pensar Europa, pensar el devenir del siglo XXI o pensar los feminismos, porque en el año 1972 casi no hubo mujeres y ahora la mitad de los participantes lo son. 

En 1972 vanguardia era un concepto vivo y desafiante. Ahora, ¿es un concepto con vigencia? 

Aquella vanguardia tuvo el objetivo de romper, y ahora, más que romper, se crea. Ahora hay un gran desafío creativo, piensa que están las nuevas tecnologías, y esto ha empujado a los artistas a pensar y hacer de manera diferente. Aquellos Encuentros respondían a un movimiento contracultural, procedente de Estados Unidos. Los Encuentros de ahora están pensados para defender la cultura como creación. Es otra de las grandes diferencias entre los dos Encuentros. Pienso que el arte siempre es de vanguardia. Se puede hablar de vanguardia también en el arte figurativo si hay talento, inteligencia, emoción, imaginación.

¿Qué plantea la vanguardia actual?

Una interpretación radical del mundo de ahora. Una manera de hacer radical más que puramente experimental. Creo que en general los artistas actuales saben muy bien a dónde van.

Elías Canetti escribía en Masa y poder que el cuerpo era el primer terreno de desencuentro entre la persona y la moral. Ahora los cuerpos cambian, mutan, se transforman y también aparecen nuevas las identidades. ¿Qué reflexión le produce?

Esta irrupción del cuerpo, porque todo es cuerpo, todo es imagen, tiene una lenta gestación. Se hablaba en filosofía del siglo pasado del final de la metafísica con Heidegger y de conceptos como la no trascendencia y el ahora. Esto tiene un precio, porque conlleva una desespiritualización. La pérdida de la espiritualidad es lo corporal. Vemos cómo el cuerpo es un banco de demostración de formas, de discursos, pero se ha olvidado algo fundamental e ilimitado, que es el espíritu. La filosofía procede de ahí. Había un filósofo checo, Jan Patocka, que decía que Europa venía de la búsqueda del alma, refiriéndose a Platón y a Aristóteles, no de la búsqueda del cuerpo. Ahora estamos en el cuerpo y su reivindicación, pero creo que todo esto es muy limitado y tiene los días contados, por mucha fuerza que haya alcanzado. Somos consumidores de lo corporal porque ya no somos ciudadanos, somos consumidores, somos clientes.

Los cuerpos ya solo son cosas.

Esta mañana he visto en una tienda una camiseta en la que ponía: Me estoy enamorando de mi mismo. Claro, el cuerpo representa el individualismo, el narcisismo. Tenemos un empacho narcisista tremendo.

¿Cree que este narcisismo tan actual, potenciado por las redes sociales, es algo innato al ser humano? 

Vivimos un apogeo del narcisismo. Es la asfixia del individuo y la siguiente expresión es ese narcisismo, esa subjetividad tremenda, la autoreferencialidad de todo. Se han perdido valores como la modestia, la humildad, el ir lento, la honestidad… Ya nadie habla de estas cosas, se consideran pasadas de moda, pero yo creo que es lo único que sirve. 

Ramón Andrés es poeta, ensayista y músico, además de un influyente intelectual. Ondikol

En su obra ha dedicado especial atención a la música, que de todas las artes es la más especial, un misterio.

Es un misterio porque no la vemos. Es algo extraño porque no la podemos atrapar. La podemos grabar, incluso visualizar con instrumentos que permiten ver sus ondas, pero la música es el arte más inmediato porque un solo compás nos puede cambiar el estado de ánimo, nos puede dar la vuelta y ponernos patas arriba. Soy un enamorado de la poesía, pero es más lenta. Esa inmediatez no la tiene ningún arte, ni la pintura ni la escultura. La música es la que mejor trabaja en el inconsciente.

¿La música y el conocimiento siempre han ido de la mano?

Antes comentábamos a Platón y Aristóteles. Desde el comienzo de la filosofía está presente la música. Ya está en los presocráticos, sobre todo en los pitagóricos; para ellos era un instrumento de pensamiento. Ellos concebían el equilibrio del universo a través de la música. Sabían que había algo invisible que lo sustentaba todo, incluso pensaban que el universo sonaba –la armonía de las esferas–, pensaban que todo estaba sustentado por ondas vibratorias, que son sonido. La música ha sido un instrumento primordial para la filosofía, que se aplicaba, como hizo Platón, a la distribución de una ciudad o a la armonía de la mente o del cuerpo. 

¿Qué música le sirve y cuál no? 

Me gusta mucho toda la música. Desde hace muchos años –y ahora he escrito un libro sobre Josquin des Prez, un compositor del siglo XV, que se va a publicar en septiembre–, me interesa mucho la polifonía franco flamenca. Voces que estudiaban la acústica de los espacios. Me gusta mucho que un compositor creara de distinta manera según el lugar donde iba a ser interpretada la obra. Como todos, he escuchado durante años el repertorio clásico, de Mozart, el romanticismo, etc, pero hace años que ya no escucho esto. Escucho mucho a Bach, mucha polifonía del siglo XV y XVI y muchísima música contemporánea.

"La Europa moderna se ha olvidado de su pasado, de su memoria”

Dice que se siente más libre escuchando a György Ligeti que a Beethoven. 

Es verdad, Ligeti me gusta muchísimo. Es un compositor que no olvida la tradición y tiene una manera de hacer, escribir y ver tan inteligente y tan desnuda que ofrece un arte nuevo. No necesita ser el más innovador para ser el más moderno.

Sin embargo, el público sigue sin aceptar la música contemporánea. 

La música a partir de la Segunda Guerra Mundial toma un camino muy libre y decidido. Es una música que no narra, aunque el público no ha evolucionado como lo ha hecho la música contemporánea. El público en los conciertos sigue queriendo escuchar a Chopin y el repertorio clásico.

La música, el arte, la literatura o la filosofía están cada vez más desplazadas en los planes de estudio y los medios de comunicación. ¿Hacia dónde vamos?

Vamos hacia una sociedad muy tecnificada, en la que va a tener, yo creo que para bien aunque sea una paradoja, mucha cabida la inteligencia artificial, porque nuestra inteligencia ya vemos a dónde va. Va a ser una sociedad de grupúsculos, que vivirán aislados y solitarios y se dedicarán a investigar y pensar. El humanismo en la Edad Media fue de grupos pequeños que dieron carácter a todo un continente. Estamos en un punto tal de destrucción del planeta que tenemos que aceptar lo artificial como mal menor, porque ya no podemos darle la vuelta de otro modo. Hay un daño hecho al planeta que es ya irreversible. Solo desde la inteligencia artificial se pondrán dar soluciones. El conocimiento quedará en grupúsculos, que es como ha estado siempre, y no hay que tener miedo de que sea así. Al vivir en democracia pensamos que a todo el mundo le va a interesar T. S. Elliot o Bela Tarr, y no es verdad, pero tampoco pasa nada. 

¿Qué proyectos tiene? 

Ya digo que en septiembre u octubre saldrá el libro sobre Josquin des Prez, y estoy poniendo en marcha un libro sobre el gesto de afinar, no solo en relación a la música, sino también pensando sobre la afinación de la mente o del mundo a través del comentario de cuadros donde hay músicos afinando instrumentos.