En Antena 3 se han pasado tanto tiempo arrojando concursantes por un agujero que tienen el sótano lleno y ahora los sacan de allí para ponerlos a jugar en El círculo de los famosos, el concurso más absurdo y mareante que ha parido la tele en mucho tiempo. La cosa es algo así: en el sótano de la cadena giran como una peonza tres concursantes agarrados a sus asientos con cara de susto intentando no echar la pota.

Arriba, en un plató multicolor donde cualquier día encuentran un pokémon viviendo, siete famosos sentados en un amago de tío vivo acelerado dan vueltas. Y en medio de todo esto, sobre un suelo con pantallas que simula que también da vueltas, Juanra Bonet se pone a hacer bailecitos (¿por qué Juanra, por qué?) como si alguien le hubiera dicho que tiene que dejar de ser él para convertirse en Arturo Vals.  

Si estuviéramos en otra época, cuando las revistas de la tele vendían un millón de ejemplares por cabeza, y lo mismo te incluían una tarjeta para participar desde casa en El precio justo que una gafas para ver la tele en el primitivo 3D, ahora tendrían el detalle de encartarnos una bolsita de papel, como las de los autobuses, pero con el logo del programa y la cadena en naranjito, para que el espectador pueda depositar sus emociones al ver este mareante concurso que da vueltas sobre la nada. Pero como estamos en la era digital y el TP malvive reducido en páginas, con tres cuartas partes de las cadenas de TDT sin incluir para meternos la tele local de Soria, que es apasionante, le toca buscarse a usted la bolsita si no quiere que el nuevo programa le deje marca… en el sofá. 

El spin-off de La ruleta de la suerte, con famosos dando vueltas sentados encima, consiste en responder siete preguntas para llegar a una pregunta final, la del bote, en algo más de hora y media. Vale, ritmo, ritmo, lo que se dice ritmo, no tiene. Cada famoso dice ser especialista en un tema, pero a nadie le importa porque que el concursante acierte o falle quién sabe de cada tema no tiene premio y lo que tiene que acertar es simplemente la pregunta, como en cualquier otro concurso. Pero como solo tienen siete preguntas por responder en todo el programa y mucho tiempo para rellenar, famosos y concursante dan muchas vueltas a cada cuestión antes de soltar una respuesta, y eso que tienen cuatro opciones, como en el ¿Quién quiere ser millonario?, no se les vaya a colar una idea original en toda la mecánica.

Si acierta, el concursante suma pasta y sigue jugando. Si falla, vuelve al negro sótano de donde nunca debió salir a la espera de volver a girar como una peonza y asomar de nuevo la cabecita por el suelo del plató como salían antes las bombas del ¡Boom! de Bonet. Por su parte, el personaje famoso, acierte o falle, se queda igual, cobra su caché y se marcha al siguiente programa que requiera sus servicios, que cada vez son más, y menos, curiosamente, los famosos que rotan entre ellos porque los mandamases de las cadenas quieren las mismas pocas caras para todos los programas. No descarte usted que no conozcan más.

Pero hay que reconocer que es fascinante el empeño de Antena 3 por hacer sufrir a sus concursantes: que si te tiro por un agujero, que si te hago explotar una bomba en los morros, que si te pongo a girar como una peonza a ver si echas la pota... A ver si el mecanismo de este círculo mareante se atasca pronto y dejan que Juanra Bonet vuelva a ser Juanra Bonet.