Estafa humanitaria
lOS días de Gadafi en el poder están contados, insiste la llamada comunidad internacional. Quizá estén contados los días que le quedan en este mundo, simplemente. Gadafi lleva décadas asesinando y oprimiendo a los libios con el beneplácito de Europa y EEUU, que miraban para otro lado con la falsa excusa de que su régimen era un muro contra la extensión del islamismo violento en el norte de África. La misma falsa excusa que sirvió de argumentación para mantener a dictadores impresentables como Mubarak en Egipto o a Ben Ali en Túnez. O a los que aún protegen vergonzosamente en Siria, Marruecos, Arabia Saudí, Bahrein, Yemen, etcétera. La falsa excusa es la misma: bajo la apariencia de la guerra contra el terror se trata de proteger los intereses particulares de unas pequeñas familias corruptas y sanguinarias y los intereses económicos de las grandes corporaciones multinacionales que explotan sus recursos naturales y humanos. Hillary Clinton y la misma ministra de Exteriores española, Trinidad Jiménez, insisten en que la guerra civil en Libia es una guerra por la democracia y los derechos humanos. Quizá lo sea para los miles de libios que tratan de echar abajo el régimen de opresión y miseria de Gadafi, el mismo que Occidente ha mantenido en el poder hasta ahora. Pero es imposible mantener que los bombardeos indiscriminados sobre la población civil en Libia que asesinan inocentes -como sigue ocurriendo en Afganistán o Irak- sean actuaciones legítimas desde el punto de vista de los valores democráticos y los derechos humanos. Es otra estafa político-económicacon apariencia deacción humanitaria.