Subvenciones a la accesibilidad
LA coordinadora de cojos, mancos, etcétera, desde siempre ha reivindicado la desaparición de las barreras arquitectónicas, pero en el caso de los portales ya no lo hace porque la sociedad tiene asumido que la vida mejora enormemente en condiciones de accesibilidad y ha convertido esa accesibilidad en primera necesidad. Tenemos necesidad de accesibilidad, tenemos derecho a la accesibilidad, tenemos derecho a entrar y salir de nuestras casas sin mayor dificultad.
Hemos comprobado que tenemos solución para esa accesibilidad tan necesaria y no tenemos por qué quedarnos en casa encerrados, encarcelados por unos malditos escalones ni sufrir inútilmente por ellos. En nuestros edificios podemos poner ascensor y quitar los escalones y vamos a ello. Hemos podido ver cómo muchos edificios, cómo muchas comunidades lo han conseguido y disfrutan ya de esas mejoras.
La accesibilidad tiene además un componente social como bien general pues todo el mundo, no sólo los propietarios del edificio, es beneficiario de esas condiciones de accesibilidad universal y por eso existen importantes subvenciones públicas.
Ahora bien, en estos momentos existen rumores que apuntan a que esas subvenciones se van a eliminar y por ello me permito solicitar a nuestros políticos que no se eliminen pues genera un bienestar enorme en la vida de muchas personas y se trata de una actividad económica muy atomizada, pues en ella intervienen muchísimos agentes económicos, tales como arquitectos, aparejadores, administradores, constructores y todo tipo de gremios como electricistas, carpinteros, fontaneros, instaladores de gas y videoporteros, metalistas, yesaires, ceramistas, ascensoristas, marmolerías, pintores, fabricantes de buzones... Y todos ellos, repito, de forma muy atomizada en el conjunto de la sociedad.
Y por otra parte, me da la impresión de que Hacienda ingresa por impuestos procedentes de esta actividad tanto como suponen las subvenciones concedidas. Es decir, que lo comido por lo servido. Por tanto, no supone coste añadido neto para las finanzas públicas.
Otra reflexión es que cuando colocamos un ascensor hacemos mucho más de lo que a primera vista parece, consolidamos los usuarios del edificio que pueden seguir su vida en él y en su barrio, por tanto, fijamos la población en el edificio, fijamos la población en el barrio y fijamos la población en la ciudad. En definitiva, rehabilitamos sociológicamente esa ciudad y esta consecuencia de las obras de accesibilidad también es importantísima.
En definitiva, estas subvenciones animan a las comunidades a abordar estas obras y creo que no debe detenerse este proceso de mejoras porque, en resumen, generan una gran actividad económica en muchísimas pequeñas empresas y, lo más importante, suponen una mejora enorme en las condiciones de vida de muchísimas, muchísimas personas.
Francisco Monente Zabalza