LA reciente celebración del XLIV aniversario del primer trasplante de corazón, el pasado 3 de diciembre, ha sido una oportunidad para la información y concienciación de la donación de órganos y tejidos. Los trasplantes de órganos hacen posible que donde hay un enfermo condenado en su enfermedad irreversible renazca la salud. A través de las donaciones donde hay muerte también hay vida; donde hay una necesidad urgente aparece el milagro de los trasplantes.
La crisis que vivimos, que nos atenaza y nos ahoga, es una crisis económica que con su altavoz puede convertirse, también, en una crisis que agujeree nuestros avances sociales, culturales, valores y principios. Sí, el valor de la solidaridad. La solidaridad nos lleva a mirar los problemas, las angustias y las necesidades de los demás.
En el campo de la salud, donde ahora nos meten sin anestesia el bisturí de los recortes, debemos estar atentos para reivindicar el modelo público de la sanidad donde se cubra la enfermedad, el cuidado y la prevención de la salud así como los programas, proyectos y variados estudios de investigación médica. El hachazo de los recortes se sufre ahora y seguirá desangrando más adelante durante mucho tiempo. (Hay ejemplos descarados de recortes que crecen como setas).
En los trasplantes hay solidaridad, hay vida, generosidad desinteresada. Ninguna donación, ningún órgano y tejido generoso que puede seguir dando vida se puede perder para una donación porque estamos en crisis.
A pesar de lo que está cayendo, hay que seguir apostando por el gasto público sanitario. No podemos caer en la aceptación fatalista de las cosas. No debemos permitirnos ser derrotistas.
Aunque llueve lo que está lloviendo hay que seguir apostando por la sanidad pública. Que la crisis económica no sea además una carencia de ánimos, una apatía de voluntades. Sólo con el lamento no salimos de estas situaciones y la esperanza es la recomendable pastilla de cada día. Si no nos alimentamos de optimismo, nos llenaremos de pesimismo. Debemos ver la botella medio llena, si no, el recipiente del pesimismo estará a rebosar y eso no es saludable.
Gracias a todos los profesionales de la salud que, con su disposición, entrega y profesionalidad, hacen posible que lo público funcione aunque algunos -los políticos en los distintos ámbitos- quieran mantener el sistema sanitario en la UVI para dejarla languidecer y luego inyectarle el virus de la refinanciación privada con los costes que estas operaciones conllevan.
Gracias a las familias de los donantes -sin donaciones no hay trasplantes- y a todos los hombres y mujeres que trabajan para que la solidaridad siga siendo realidad y no entre en crisis.
Javier Balza de Vallejo