DEBO dar la razón a aquellos que defienden que la violencia, ejercida por algunos miembros de los piquetes contra aquellas personas o establecimientos que se querían acoger al derecho de no secundar la huelga general, no se corresponde con una actitud democrática.

Pero debemos ser conscientes que la democracia es un engranaje que debe tener todas sus piezas bien engrasadas para funcionar correctamente, y en este Estado hay piezas que hace tiempo que chirrían.

No se puede hablar de democracia cuando el Gobierno reforma leyes laborales y económicas, e incluso la Constitución a golpe de decreto ley, sin tener en consideración a los agentes sociales afectados ni a la ciudadanía. Amparados en mayorías absolutas que emanan de una ley electoral injusta, que solo quienes se ven beneficiados por ella se niegan a cambiar.

No se puede hablar de democracia cuando esas reformas se toman impulsadas por mandatos y directrices de gobernantes de terceros países, que lejos de buscar dar solución a los problemas de los ciudadanos y ciudadanas, se encaminan a favorecer a los mercados y la especulación financiera.

No se puede hablar de democracia cuando casi un cuarto de la población del Estado vive bajo el umbral de la pobreza, y las medidas económicas y los recortes se dirigen a hacer más fuertes a los poderosos y más débiles a los humildes.

No se puede hablar de democracia cuando la justicia deja dudas más que razonables de su imparcialidad y sus sentencias dejan entrever claramente la impunidad de los más poderosos.

No se puede hablar de democracia cuando los gobiernos compran la servidumbre y la parcialidad de los medios de comunicación con dinero público (recordar la subvención de 1.400.000 euros a Canal 6 hace unos meses, semanas después de dejar quebrar a Canal 4).

Cuando la democracia no es real nace el caos, y la condición humana lleva la desesperación a la radicalidad, y la radicalidad a la violencia.

Ni apoyo, ni justifico, ni defiendo ningún tipo de violencia, creo en la democracia, pero entiendo y temo que cada vez más nos acercamos a que esa sea la respuesta de quienes se sientan abandonados en su miseria por esa democracia en la que quisieron confiar y les defraudó. Simplemente, porque le llamaron democracia y no lo era.

Jordi Dalmau Castañé