Los creyentes estamos celebrando y caminando hacia la Pascua, lo que supone tomar como referencia lo que dijo e hizo Jesús de Nazaret, que en su situación y condición de víctima, murió perdonando. He traído esta reflexión de lo que supone de grandeza como base hacia un camino de reconciliación. Así como también ha habido hombres a lo largo de la historia que, en su calidad de víctimas, han hecho lo mismo, por enumerar unos pocos: Gandhi, Martin Luther King, Mandela y un largo etcétera de anónimos que han dejado la vida para la construcción de la paz. Todos juntos han hecho más por la paz y reconciliación que todos los estadistas juntos. He querido traer esto a colación para demostrar que es la mejor base para ir construyendo ese tan deseado camino de reconciliación y encuentro, nunca fácil, pero siempre posible.

En nuestro país, tanto en las víctimas de la cruenta guerra civil, y después las del franquismo, así como de las víctimas de ETA y del Estado, ¿cuál sería la manera mejor para ir reconduciendo este camino de encuentro y reconciliación? En la primera no se ha hecho bien, con solo una ley de amnistía general, olvidándose de un reconocimiento expreso del mal hecho y falta de reconocimiento y pidiendo perdón de las víctimas. En lo que concierne a las víctimas del País Vasco, se exige otro tanto por ambas partes. No que se haga una ley de amnistía, sino lo mismo una petición de perdón explícito.

No importa si son más o menos víctimas de unos u otros, lo que importa y siempre he defendido es que para defender unas ideologías u otras, nunca se tienen que cobrar ni un solo muerto. Ésta sería una actitud que ayudaría a ese tan anhelado encuentro entre todos.

Ahora lo que me parece más grave es que tanto unos como otros utilicen el dolor de las víctimas como rendimiento político. Esto me parece de una crueldad e indecencia gravísima. En mi opinión, es lo que más va a dificultar el camino del perdón. Véase la Doctrina Parot, véase la falta de declaración de perdón también de una parte de la izquierda abertzale. No nos engañemos, que también rezuman arrogancia, no se diferencia demasiado de los estatales, así que tampoco podemos caer en el simplismo ni en la ingenuidad. Tendríamos que hacer cada cual una reflexión personal de nuestras simpatías por una ideología o por otra para poder tener la serenidad de juicio, la objetividad necesaria, en el caso de que queramos implicarnos en este tan esperado camino de reconciliación y encuentro. Ese es mi deseo más ardiente.