SÁNCHEZ Gómez, el impresor, también conocido con el nombre del Plancheta, poseía una imprenta en el centro del Madrid de finales del XIX. En ella trabajaba Manuel, el personaje principal de la trilogía de La lucha por la vida de Pío Baroja.

De la imprenta de Sánchez Gómez surgían nada más y nada menos que nueve periódicos: Los Debates, El Porvenir, La Nación?, y otros tantos de rimbombantes nombres. La imprenta era humilde, sucia, oscura y vieja, con tan solo una prensa movida por un motor de gas. Todos los periódicos surgidos de ella poseían los mismos anuncios, iguales artículos literarios e idénticos folletines e información. Lo único que diferenciaba a uno de los otros era el artículo de cabecera, el llamado artículo importante. Dice Baroja: "Sánchez Gómez hermanaba en sus periódicos el individualismo con el colectivismo [?] y, sin embargo, cada uno de ellos se parecía al otro como dos gotas de agua".

Uno de los periódicos impresos se llamaba El Radical que, haciendo honor a su nombre, en la primera y característica columna dedicaba invectivas contra el gobierno y los curas. En el resto de El Radical, la información, los folletines y artículos eran exactamente los mismos que aparecían en el resto de periódicos de distinta ideología. En el otro extremo de los nueve Sapos de Sánchez Gómez (así llamaban sus empleados a los nueve periódicos) estaba El Mundo, diario conservador que en su primera, y de nuevo característica columna, defendía a la monarquía, a la santa institución del Ejército, salvaguarda de la nación y, por último, a la Constitución. Todas estas columnas o artículos importantes eran escritos por la misma pluma: la de Sánchez Gómez.

Esta grotesca descripción hecha por Baroja de la imprenta del oscuro editor y de sus periódicos bien se puede aplicar a la imprenta de la que surgen los diarios que todas las mañanas encontramos en los kioscos. Puede variar la ideología de unos cuantos artículos de opinión, la óptica desde la que se enfocan algunas noticias tendenciosas, pero todos parecen sacados de la misma sucia y oscura imprenta de una callejuela de la capital o de una ciudad de provincias, con las misma desvencijadas planchas del Plancheta. Los editoriales y artículos más ideológicos que diferencian a unos diarios de otros, en realidad, están escritos por uno de los pillos y amorales personajes de Pío Baroja, dispuestos a cualquier cosa con tal de sacarse unos cuartos. Alguien que crea opiniones y reafirma ideologías contrarias, todo con la misma pluma y con el mismo y único afán de vender periódicos.

En realidad, este Sánchez Gómez sigue viviendo entre nosotros y sigue editando periódicos de gran y pequeña tirada, tanto conservadores como progresistas. Escribe contra el sector más tradicional y las ideas más antiguas, por las mañanas, y exalta a la Iglesia y a Rajoy por las tardes. Se llena la boca con grandes palabras, da igual la ideología, y a la vez se llena los bolsillos. Nosotros, en función de nuestras ideologías, leemos los artículos del Plancheta presa de febril concordancia con ellas, las noticias y artículos de opinión, los editoriales, y asentimos convencidos. Aplaudimos un artículo que descalifica al neoliberalismo, o apreciamos a aquel utópico que aboga por una economía más humana. No nos damos cuenta de que son artículos escritos por la misma persona, Sánchez Gómez, pillo, tunante, barbián, inteligente, sin escrúpulos. Personaje atemporal que sigue dirigiendo nuestras opiniones con su pluma apolítica y brillante, que solo busca lucirse y ganar unas perras. Personaje que sigue dirigiendo nuestros destinos y que continúa manejando los hilos.

Alberto Navajas

Profesor del Departamento de Química Aplicada de la Universidad Pública de Navarra