Ya nos avisó Tito Macio Plauto en Asinaria de que el hombre es un lobo para el hombre, y muchos autores como Thomas Hobbes, a lo largo de los siglos, se han encargado de reiterarlo. No son pocos los sectores que afirman, con más o menos razón, que la sociedad va en decadencia, y que se ha perdido el norte en muchas cuestiones otrora prioritarias. Sin embargo, son muchos los factores que humanizan nuestra sociedad; y entre ellos, algunos de los más insospechados. Recientemente, tuvimos en la Universidad de Navarra la oportunidad de asistir a un coloquio con Felio Vilarrubias Guillamet, socio de uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de España y catedrático de Derecho Mercantil en la Universidad Autónoma de Barcelona. Él acudió, junto con su hijo Pablo Vilarrubias, portador de una trisomía en el cromosoma 21, tradicionalmente conocido como síndrome de Down. Felio nos explicaba con absoluto entusiasmo cómo cambió su vida tras el nacimiento de su hijo: él no escurrió el bulto; lejos de ello, se involucró hasta la saciedad, fundando dos organizaciones que apuestan por la integración e inclusión de personas discapacitadas en la sociedad. Resulta cuando menos curiosa la energía que rebosan las personas a las que temas de estos les han tocado desde tan cerca. En una sociedad que ha perdido muchos de sus valores fundamentales, nos contaba Felio, fue su hijo Pablo el que le humanizó. "Me ha hecho más bien él a mí que yo a él", nos aseguraba con absoluto convencimiento. Y esto no supone ni mucho menos un caso aislado.
Numerosas iniciativas, como el proyecto navarro Mochila-21, así como familias en las que alguno de sus integrantes posee algún tipo de discapacidad, detentan un afán de servicio y un ánimo rebosante de alegría para muchos inusual. Se desconoce una explicación científica para ello, sin embargo, la antropología da su veredicto: la discapacidad humaniza.