HACE algunas semanas tuve la ocasión de leer en una de las revistas médicas internacionales de mayor prestigio (BMJ) un artículo con un título con tintes dramáticos: ¿Se está hundiendo la sanidad española? Es lógico preguntarse si también el Servicio Navarro de Salud puede correr la misma suerte. La verdad es que creo que no hay razones para ser optimista en el caso de nuestra comunidad.
En el artículo del British Medical Journal se argumenta que una de las principales razones que ponen en peligro la viabilidad de nuestro sistema de salud es el uso irracional de intervenciones y tecnología médica. Se prodigan consultas, pruebas y tratamientos que adolecen de utilidad práctica y beneficio substancial demostrado. Este mismo argumento ha sido defendido por la Sociedad de Economistas de la Salud, la de Administración Sanitaria y la Asociación en Defensa de la Sanidad Pública.
Hay datos que respaldan esta conclusión. A título de ejemplos recordar que recientemente este diario se hacía eco de un estudio realizado en Canarias que ponía en duda la efectividad de algunos tratamientos habituales de la patología de la columna cervical. En el último número del Boletín de Información Terapéutica, del propio Servicio Navarro de Salud, se incluye un artículo que analiza una serie de medicamentos biotecnológicos, de altísimo precio, y concluye que son utilizados en situaciones clínicas donde su beneficio es dudoso o marginal. El propio director del Complejo Hospitalario comentó en una reunión con profesionales de Atención Primaria que el 30% de las revisiones que se realizan en Atención Especializada son de dudosa justificación (según mis datos podrían llegar al 50%)...
Todo ello quiere decir que si nuestros gestores se dedicaran a limitar las intervenciones innecesarias, o que no tienen un impacto apreciable en la salud, podríamos economizar recursos y evitar limitar, como se está haciendo, otras prestaciones más útiles.
Sin embargo, no parece ser esa la línea de nuestra Administración sanitaria que, en vez de hacer un plan de gestión clínica que incluya la desinversión tecnológica basada en la evidencia, se inventa reorganizaciones sanitarias no solo discutibles, sino que obvian el problema fundamental: no se trata de cambiar horarios y servicios, sino racionalizar la propia atención médica y sanitaria, independientemente de a qué hora y desde qué servicio se realice.
Nuestros gestores sanitarios no parecen interesados en la gestión de las actividades diarias (microgestión), sino en las aparentemente llamativas medidas de reorganización que dejan de lado el contenido de la asistencia que es la dimensión esencial. Unas medidas que además se están haciendo con estudios discutibles (como el caso de las cocinas ha puesto de manifiesto), y sin una verdadera evaluación del modelo organizativo actual (no hemos visto todavía ningún estudio con datos).
Con este panorama, el hundimiento de la sanidad navarra es una posibilidad real, no solamente un titular sensacionalista en una revista médica.
José Ramón Loayssa Lara
Médico de familia