1512 y las grandes mentiras de la historia
Los vikingos no llevaban cascos con cuernos. Napoleón no era bajito y la revolución rusa de octubre fue en noviembre. Estas demoledoras verdades aparecen si le pides a Google que te muestre las grandes mentiras de la historia. El buscador de Internet no enseña -de momento- ningún resultado sobre la historia de Navarra pero, al paso que vamos, seguro que pronto tendrá que incluir entre ellas el relato oficial de lo que ocurrió en 1512. Porque, con todo lo que nos están contando, una ya no sabe si aquello fue conquista, incorporación, adhesión, invasión, integración, unión o genuflexión. Lo único que parece claro es que fue una guerra cruel y desigual, en la que murieron miles de personas y con la que a sangre y fuego Navarra pasó a ser parte del botín de Fernando el Católico.
Para no considerarla ni científica ni verdadera, sorprende lo mucho que se está esforzando la versión oficial en desmentir a la nueva historiografía que relata la conquista. Ciclos de charlas y congresos financiados con el dinero público y libros conmemorativos que mantienen -como Del Burgo- que todo son "falsedades" y que aquello fue en realidad "el reencuentro definitivo del reino navarro con el resto de los reinos españoles". Dinero en balde: en los bancos de mi calle hay jubilados a los que la historia oficial ya no se la pega. "¿Pa qué tanto gasto, si la Guerra Civil la han contado como una Cruzada y ya sabemos lo que fue y lo que hicieron? Ni lo del Glorioso Alzamiento ni lo del Generalísimo están aún entre las grandes mentiras de Google, pero pone que Julio César no nació por cesárea, que Al Capone odiaba los espaguetis y que las tres carabelas eran dos.
Lo que falta es rigor histórico y contexto, les dicen a Nafarroa Bizirik los historiadores del Gobierno foral. Hablando de carabelas, igual se refieren a ilustres personajes de la época tipo Hernán Cortés, que en 1512 estaba por Cuba preparando la sanguinaria conquista (¿incorporación? evangelización la llamaron hasta hace poco) de México con, se supone, el mismo tipo de diplomacia que se estilaba entonces, en nombre de Dios y de la Corona española. Más o menos como la que usarían las tropas del bendecido Fernando el Católico, el ejemplo que inspiró a Maquiavelo en su edificante manual para gobernantes El Príncipe. Duele leer que Robin Hood no era un bandido generoso y que Arturo nunca fue rey, pero -atiende Google- aún queda mucha historia por reescribir y unas cuantas mentiras por clasificar.