ante la perspectiva de unas elecciones y de un posible cambio de Gobierno el profesorado nos echamos a temblar. Y es que, a falta de un pacto de Estado en temas fundamentales, cada partido en el poder se saca de la chistera un nuevo plan de enseñanza. Y no precisamente para mejor. Algo similar deben de sentir los profesionales de la sanidad. Unos y otros nos sentimos zarandeados por las ocurrencias de los políticos de turno, sin que los profesionales de la educación o de la sanidad seamos nunca consultados.

En el caso de las asignaturas de Humanidades el caso es especialmente sangrante. Dominados por una concepción cientifista (que no científica) nuestros prohombres están obsesionados por unas enseñanzas exclusivamente encaminadas a satisfacer la voracidad ferina del mercado laboral. Un mercado que desconoce el concepto de dignidad humana y tiene la intención de crear un subproletariado industrial para hacernos no más humanos, sino más competitivos.

La última víctima de esta homicida concepción es la enseñanza de la Filosofía en los planes de estudio de la Educación Secundaria. La LOMCE elimina dos de las tres materias obligatorias: la Ética de 4º de ESO y la Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato. ¿A dónde nos va a llevar el reducir un 66,6% el currículum de Filosofía, en contra de las recomendaciones de la Unesco, que atribuye a la Filosofía un papel formativo fundamental?

No se trata de defender intereses o privilegios corporativistas, ni de probar demasiado para no probar nada. Pero nos parece incuestionable que si los profesores lo hacemos bien (y en ese empeño estamos), la Filosofía sirve para: a) Desarrollar la capacidad argumentativa, crítica y analítica del alumnado; b) Formar la conciencia moral ayudando a discernir entre lo que ocurre y lo que debería ocurrir; c) Conocer el origen, desarrollo y vigencia de las ideas que han conformado nuestro acervo cultural; d) Contribuir, junto a las asignaturas instrumentales, a mejorar la competencia lingüística; y e) Forjar ciudadanos autónomos, libres y responsables, capaces de intervenir en una democracia que, en un futuro no muy lejano, debe ser afectada por importantes cambios en aras de su perfectibilidad.

¿En qué asignatura, que no sea la Filosofía, se pueden desarrollar estos objetivos? Sí, defendemos que la Filosofía sea enseñada de un modo digno en la Educación Secundaria. Porque no queremos manufacturar objetos y abandonarlos al albur de los vaivenes del mercado, sino formar personas responsables de sus vidas, con capacidad de análisis, de discernimiento y creación. Ciudadanos preparados para poder ejercer su mayoría de edad (naturaliter maiorentes), que luchen por las libertades y por mayores cotas de felicidad para ellos y para la humanidad entera. No concluyamos erróneamente pensando que el resto de las asignaturas sale indemne de estos procesos. Basta ojear los libros de Lengua de Secundaria de la última década para ver que asistimos a un progresivo fusilamiento de la Literatura; o leer los planes que el Ministerio tiene para la enseñanza del griego. Si se liquida a Pío Baroja en dos líneas, no nos quejemos de que al final no sepan si Baroja escribió Zalacaín el aventurero o La vida es sueño. Hay, con todo, algunos signos de esperanza: quienes dirigían en 2006 el turno rotatorio de la presidencia de la Comunidad Europea sacaban semanalmente un boletín informativo en latín. ¿Que quiénes eran? ¡Los finlandeses! Sí, sí, los finlandeses, esos que nos dan sopas con hondas en las pruebas PISA. He aquí un bonito motivo para filosofar un rato? y sacar las debidas conclusiones.

Pedro Miguel Ansó Esarte, Juan Aunión, Federico De los Ríos, Mikel Etxalar Elizaintzin, Salvador González Serrador, Fernando M. Redín Eslava, Joaquín Roa Ortigosa, Joaquín Urízar Tanco y Fernando Villanueva

Profesores de Filosofía de colegios e institutos