No sabemos muy bien porqué, pero de repente el paro juvenil se ha convertido en la preocupación número uno. Ahora. No antes. La generación mejor preparada y competitiva está a punto de irse a pique. Las tasas de paro juvenil son demasiado alarmantes para quedarse de brazos cruzados.
Pero ha esos sinvergüenzas se les olvida que, desde que Felipito y las defensoras más vehementes del Estado de Bienestar les dieron la mano a las ETT, las jóvenes hemos vivido en absoluta miseria y precariedad. Hasta en las épocas más gloriosas de crecimiento! La burbuja especulativa ha explotado. Pero la vena yugular de la juventud aún no, y eso hay que evitarlo como sea. Quizá sea asunto de viejunos pero a viejos problemas, viejas recetas. Le llaman el nuevo new deal a las supuestas mandatarias mandadas del viejo continente.
Dos propuestas. UNO: injección de dinero a las empresas para que contraten a jóvenes que están buscando trabajo por primera vez, con toda “flexibilidad”, claro. DOS: planes para fomentar la “movilidad”. Sumémosle a estas las propuestas de Europa, la Reforma Laboral del Goberno Español o las reformas que ha hecho el Gobierno Francés para facilitar la contratación juvenil, y veréis que bien. Es lo que ha hecho el señor Urkullu: dar una subvención de 600 € durante cuatro meses a los empresarios que contraten jóvenes que buscan empleo por primera vez. 2400 € de regalo, por su cara bonita. Y cual será el sueldo de la joven contratada? 400 €.
Junto a eso, planes y propuestas para hacer practicas en el exilio. Luego dirán que hay que fomentar nuevas maneras de relaciones laborales entre empresarios y trabajadoras y que la lucha es cosa del pasado. No tienen vergüenza!Paro o exilio. Es la dura elección que estamos obligadas a hacer cada vez más jóvenes. Somos las exiliadas del sistema capitalista. Irse, obligadas, en busca de una vida mejor suele ser la tendencia de los países en los que crece la pobreza. La globalización nos ha convertido a las personas en mercancía barata, extendiendo por todo el mundo una red de precariedad en nombre de la flexibilidad y la movilidad. Así, el capital financiero y las multinacionales se han hecho dueñas de nuestras vidas, deslocalizando el trabajo, deslocalizando a las personas y así deslocalizando nuestra capacidad de decisión.Lo decimos alto y claro. Esas no son políticas para superar la crisis.
Son artimañas para que unos cuantos sigan enriqueciendose con mano de obra barata, aunque nos vendan los ojos con el celofán de la solución maravillosa. Eso no hace más que aumentar la diferencia entre ricos y pobres. Y no solo en los países con materia prima; también en los países del oeste en los que vivimos a cuenta de estas. Pero cuando hablamos de trabajo, hay que hacerse otra pregunta. Trabajar, para qué? Últimamente, una gran mentira se ha convertido en eslogan de todo el mundo: promoviendo el empleo, se reactivara el crecimiento económico y superaremos la crisis. Pero esta crisis sistémica no se supera con el crecimiento económico.
Es más: es como pisar el acelerador aún más al borde del precipicio. O es que se nos han olvidado ya las graves crisis ecológica, energética, demográfica, etc.?Tenemos una bomba entre manos. La lucha por el empleo digno y los derechos no se puede convertir en la lucha para volver al estilo de vida y de consumo que teníamos antes. El estilo de vida que tenemos en Euskal Herria se basa en la explotación.
Es difícil salir de la rueda del hamster; frenar para que no caigamos del precipicio. Pero vamos a tener que hacer más que eso si queremos vivir en un mundo y Euskal Herria justo y equilibrado.Aunque parezca una contradicción (quizá sea contracultural, sin más), la globalización nos lleva a la ruina. Porque el capital no piensa en las personas y en la tierra. El futuro, necesariamente y obligatoriamente, está en lo local, y eso nos lleva a tener que creernos de nuevo que la capacidad de decidir y hacer está en nuestras manos.
La soberanía es la clave. Los pueblos y las ciudadanas tenemos que recuperar el poder. He comenzado el artículo hablando sobre el trabajo. Ahora que nos obligan a largarnos al exilio, las jóvenes tenemos que luchar por el derecho de vivir y trabajar en Euskal Herria. Pero, mas allá de luchar contra medidas que nos impone el capital, tenemos que diseñar nuestras estrategias en claves constructivas, poner en marcha las bases económicas, políticas y sociáles del Estado Vasco. Para ello, hay que pensar y hacer estrategias de desarrollo local; comarca en comarca. Ya he comentado antes que somos la generación mejor preparada. Aprovechemos todo ese capital para impulsar el desarrollo local, para diseñar proyectos en la dirección del desarrollo sostenible.
Esta es una estrategia mucho más apropiada para crear empleo, promoviendo el emprendimiento, en aras de hacer frente a la crisis sistémica. Y por otra parte, el reparto del trabajo. Podemos vivir trabajando menos, creando más empleo y saciando nuestras necesidades básicas de un modo digno. Todo esto tiene que tener por detrás un fuerte sistema público garante de los derechos básicos, tales como la vivienda, la salud o la educación.
Menos es más, se suele decir muchas veces. Hay que redefinir el desarrollo y el trabajo, basándolos en el bienestar de las personas y no tanto en el desarrollismo o el crecimiento económico. Porque la felicidad no está en la capacidad de consumo que tenemos. Como nos a recordado el presidente uruguayo José Mújica, es pobre la que siempre quiere más.