dESPUÉS de varias intervenciones quirúrgicas, tratamientos de conservación y otras medidas terapéuticas, las vértebras o sus discos de interespacios del bravo zaguero estellés dijeron que no. A pesar de todas las sofisticadas técnicas de la medicina deportiva traumatológica, no pudo ser. Patxi Ruiz ha dejado una estela profesional plagada de triunfos. Ha sido uno de los pocos zagueros capaces de superar a delanteros en las modalidades individuales. Tenía una destacada agilidad corporal y una reacción gestual de respuesta fulminante a la hora de llegar a la dejada y al ancho. Era uno de los muy pocos manistas a quienes he visto devolver de botivolea pelotas en los cuadros traseros, de manera inverosímil sin apoyar los pies en el suelo y con un poderoso impulso de salto vertical, de manera felina. También tenía facultades para incorporarse, tras una caída en decúbito supino, mediante la acrobacia conocida como la ballesta. Es decir, ponerse de pie, sin rodar con el preceptivo gesto habitual de apoyo con la espalda. Espectacular.

El manista estellés -creo que salido de la escuela del Remontival- no podía contener las lágrimas en el homenaje que se le rindió en su despedida. Con su retoño en brazos contemplaba emocionado el aurresku que su pareja le dedicaba entre los ancestrales sonidos del txistu. Un binomio que imponía unos compases de silencio expectante en el aforo... Por otra parte, no tengo seguro si Patxi declaró que en su siguiente etapa de vida podría dedicarse a entrenar chavales en la pelota a mano. Le rogaría encarecidamente -si puede enterarse del contenido de estas líneas- que pidiera decididamente a las empresas que luego pudieran fichar a futuros profesionales, que se ocuparan (inapelablemente) de realizar los oportunos reconocimientos médicos para controlar el arco plantar del pelotari y su relación inseparable, por imperativo anatómico, con el desarrollo de la columna vertebral, para prevenir tristes lesiones como la de Patxi Ruiz. Además de ser un buen gesto humano, por lo que tienen de vigilancia saludable, no deja de ser un buen componente de marketing, puesto que alarga la duración y el rendimiento del pelotari en el desarrollo de su carrera. Con el consiguiente y legítimo beneficio económico para la empresa.

La pelota a mano, además, es una disciplina deportiva que por sus exigencias de armonía y ejecución compensada de los dos brazos -además de otros parámetros gestuales- debería ser obligatoriamente incluida, de manera adecuada, en los programas escolares de Educación Física. Creo que esta medida ya se imparte en la ikastola de Lizarra, cuyas instalaciones conocí in situ hace algunos años. Tengo que confesar un tanto tristemente que en los tiempos en que daba esta asignatura y entrenaba pelotaris profesionales y aficionados -como titulado de INEF- no conseguí que todas mis recomendaciones, tanto en este ámbito como en el de la lectividad escolar, fueran oídas. Por eso va desde aquí mi consejo escarmentado. Deseando éxitos a Patxi, como los que consiguió en las canchas...

Manuel Castillo Golmayo

Licenciado en Actividad Física y Deporte y exjugador y entrenador de rugby