El uso sexual de mujeres por precio que practican los varones, esto es, la prostitución, ha alcanzado en las últimas décadas proporciones exorbitantes e inimaginables, hasta el punto de que algunas regiones, en el sudeste asiático, han basado su desarrollo económico apostando por impulsar esta actividad. Por ejemplo en Tailandia, en la década de los años 90, la industria del sexo representaba ya un 10% del PIB y recibía 4,5 de millones de turistas sexuales.

En Europa, Alemania y Holanda cuentan con una industria sexual cada vez más expansiva, se calcula que el país germánico tiene unos 3.000 prostíbulos, y que en Holanda la industria del sexo, según el Gobierno, supone más de 2.500 millones, siendo uno de los principales motores de la economía por delante de la industria quesera.

Las medidas normativas: penales, comerciales y administrativas para la legalización o regularización del consumo sexual de mujeres (esto es, de la prostitución) son muy eficaces y necesarias, casi imprescindibles para facilitar la actividad económica del proxenetismo.

La industria del sexo, al igual que cualquier otro sector económico pujante (las petroleras, la industria de las armas, las farmacéuticas?), tienen sus propios lobbys, a través de los que impulsan sus acciones. El lobby del proxenetismo centra sus esfuerzos en promover decisiones favorables de los gobiernos para conseguir la legalización o reglamentación de la prostitución, lo que beneficia su cuenta de resultados, y para ello necesita desarrollar un eficaz discurso ideológico al que se adhieran distintos sectores sociales. Hay que reconocerles que su aparato de marketing ha funcionado de forma impecable.

Kajsa Ekis desvela -El ser y la mercancía- la financiación que en la década de los 70 recibió el grupo pro prostitución Coyote, en EEUU, de la industria de la pornografía o el relevante impulso económico prestado por el Gobierno holandés a la normalización de la prostitución en el territorio, o cómo la Fundación Graaf, creada en este país, colaboró activamente en la idea de la normalización de la prostitución, apoyando financieramente encuentros a nivel mundial de las heterodesignadas trabajadoras del sexo, y aprovechó la pandemia de VIH y los recursos habilitados para su combate para reforzar el modelo pro reglamentación y la idea de trabajo sexual asociado a la prostitución. También contamos con evidencias locales de los impulsos de la industria del sexo para la adopción de un modelo pro prostitución. El proxenetismo organizado de nuestro país representado por la Asociación Nacional de Empresarios de Clubes de Alterne (ANELA). A principios de los años 2000 adoptó una posición muy activa pro reglamentación de la prostitución prodigándose en reuniones con responsables políticos de ámbito estatal, local y autonómico reivindicando y reclamando un modelo de prostitución acuartelada, el que mejor les permite controlar la explotación sexual de las mujeres, recibiendo una portentosa atención mediática de unos medios que en aquellos momentos de forma indirecta estaban en nómina, no hay más que recordar que los periódicos de tirada nacional llegaban a recaudar hasta 5 millones de euros anuales por la inserción de anuncios de contactos.

La capacidad financiera de la industria del sexo es tan grande como prodigiosos y variados los mecanismos que utiliza para generar adhesiones a su modelo, aunque no difiere de las capacidades que para la captación de devociones promueven otros lobbys de intereses.

Durante las sesiones, años 2013/2014, de la Comisión de Justicia del Parlamento de Irlanda del Norte relativas a la trata y explotación sexual, quedó en evidencia que la representante de la Unión Internacional de Trabajadoras Sexuales (UITS), señora Lee, que decía representar a las mismas, desconocía por completo el número de supuestas trabajadoras afiliadas al sindicato, aunque tuvo que reconocer que Douglas Fox, un gran proxeneta de Reino Unido, sí pertenecía al sindicato.

ANELA, tras su constitución, también promovió aquí la creación del supuesto sindicato de mujeres libres de Alterne (ALMA), la presentación de la asociación corrió a cargo del portavoz de Anela y de la presidenta de la asociación, que reivindicaba el ejercicio de la prostitución por cuenta propia y en locales habilitados. Extraña asociación entre explotadores y explotadas, salvo que se tenga un elemental pensamiento crítico y se entienda quien promueve y a quien interesa tales apariencias.

Lo que sí resulta francamente sorprendente es que algunos sectores adscritos a posiciones ideológicas de izquierda hayan sucumbido al canto de sirenas de la industria del sexo y que colaboren a la expansión de la misma y en las prácticas de poder que representa el consumo masculino de mujeres por precio. Que en materia de prostitución estos sectores apelen en su discurso justificativo a las dos banderas ideológicas que son la base del desarrollo del neoliberalismo: libertad y consentimiento individual, deja patente hasta qué punto ha penetrado el neoliberalismo en el pensamiento crítico de izquierdas y hasta qué punto lo ha desmantelado. Desligar las formas de supervivencia de numerosos grupos de población de las condiciones materiales de vida, de las oportunidades y de la perspectiva de género conduce a una quiebra sin retorno del proyecto de igualdad inscrito en la izquierda y en el feminismo. Adoptar e incorporar herramientas analíticas que son una contradicción con los elementos esenciales del discurso al que te adscribes es una inflexión de graves consecuencias.

Defender un modelo de reglamentación de la prostitución, como con gran sentido hace la industria del sexo, es defender no una opción individual sino un modelo normativo común, un proyecto social que nos compete a todas/os y que comporta la autorización social colectiva a los varones de hacer uso sexual de las mujeres por precio, y al mercado a colocarnos como oferta en sus escaparates. Tales prácticas masculinas que crecen de forma exponencial allí donde la industria del sexo y el proxenetismo no cuentan con barreras penales y administrativas de contención, representa un modelo de devaluación de las mujeres, un proyecto de sociedad desigual que autoriza a los varones a penetrar individual o en grupo a las mujeres anal, bucal o vaginalmente, o a orinarlas o a defecarlas o a someterlas a un sinfín de prácticas en el que la única libertad que se ejercita es la del dinero y el poder masculino.

Con estas urdimbres malamente podremos construir ese proyecto de sociedad igualitaria que constituye la seña de identidad del feminismo y de la izquierda.

Portavoz de la Plataforma de Mujeres por la Abolición de la Prostitución