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Impresiones de campaña

Quizá sea cosa mía y esté equivocado, pero tras seguir como periodista muchas campañas electorales en Navarra -la primera fue allá por 1991-, tengo la sensación de que con una semana transcurrida en este caso todo está siendo demasiado plano. No lo digo para mal. Al contrario, hay más propuestas de interés de futuro para la sociedad y más puesta en valor de la mejor situación actual de Navarra respecto a 2015 que descalificativos. Sobre todo entre los partidos que han apoyado el Gobierno de Barkos y las políticas presupuestarias, sociales y económicas que han permitido esa mejora. Me sorprende, supongo que esto sí para bien, la cohesión que Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e I-E están manteniendo en la defensa de lo logrado por el cambio político y social en el Gobierno y en la mayoría de los ayuntamientos. Pero echo en falta un discurso político que vehiculice la atención pública. Posiblemente, porque el balance de esa gestión permite una sensación de mansa tranquilidad. Lo que no quiere decir que esté justificada, al menos vistas las encuestas hasta ahora. La presidenta Barkos ha optado por una posición, al menos de momento, más institucional que política, eludiendo el barro de la confrontación y el griterío que busca especialmente Esparza, y también Chivite, necesitada de protagonismo mediático. Puede ser efectiva esa posición. De hecho, otra sensación mía es que el cabeza de lista del frente derechista de UPN, PP y Ciudadanos está quedando fuera de juego. O le están dejando fuera de juego situándole lejos de optar a la presidencia de Navarra aun siendo la lista más votada. La operación Navarra Suma ya restó 20.000 votos en las elecciones generales de abril. Parece que Esparza ha caído, no sé si voluntariamente o forzado por los poderes fácticos conservadores de siempre, en la trampa electoral del PSN de Chivite, que se ha situado como única presidenciable del viejo régimen a costa del apoyo de los votos -una posibilidad que se me antoja imposible hoy- de las derechas unidas. Porque la otra opción, liderar un gobierno progresista, necesita un vuelco en las urnas que, al margen del efecto Sánchez en las generales, no resulta fácil en una comunidad tan plural y cercana entre electores y candidatos como Navarra. Y más que nada porque Navarra ya ha contado desde 2015 con un Gobierno progresista, plural y eficiente tras casi 30 años de gobiernos de UPN y PP sustentados por el PSN y cuatro años de oposición compartida entre esos mismos agentes contra ese Gobierno progresista. Pero son solo impresiones de campaña.