Una forma azul que aparece bajo las ramas de un haya y eres tú paseando por la selva de Irati. Un círculo blanco inmóvil junto a un arrozal que es una niña mirando al cielo con la boca abierta para recoger las primeras gotas de lluvia en Shirakawa-go. La telaraña negra de cableado que deja entrever la nube gris de CO2 en Delhi. La red luminosa cosida por una miríada de estrellas que son las luces nocturnas de Nueva York.

Una colonia de cuerpos verdosos que son tortugas arribando a la arena de Oaxaca con el cuello atrapado en una anilla de plástico y el intestino obturado por una bolsa blanca de supermercado que en el agua han confundido con su alimento favorito, la medusa.

Todos estos microcosmos va a poder verlos, fotografiarlos y grabarlos desde la Estación Espacial Internacional a partir de ya la cámara de Satlantis nacida en el Parque Científico de Leioa. Siete años de gestación, 15 kilos de peso y la capacidad inaudita hasta ahora de obtener imágenes con una resolución inferior al metro, microscópica en este rango de distancias espaciales. Hemos visto seguir orgullosos en directo hasta dónde ha llegado la criatura a su madre, la presidenta de Satlantis Cristina Garmendia, al lehendakari Iñigo Urkullu, al rey Felipe y a representantes de otros países implicados en una operación que ha necesitado muchos padres para salir adelante.

millones de euros. Muesca en el cinturón tecnológico vasco porque Japón ha colocado en su módulo de la estación espacial una tecnología que no es suya por primera vez, como venderle pizza a un napolitano o relojes a un suizo. Y felicitación global porque esta pequeña maravilla nos ofrecerá imágenes de océanos, costas, áreas naturales, fronteras y grandes urbes que requieren de un análisis constante y exhaustivo para seguir leyendo las huellas del comportamiento humano en incendios, sobreexplotación forestal, cosechas y vertidos. En esas fotos salimos todos. Zorionak!