"No se pega el bicho en discotecas y bares", decía, irónico, el amigo de la nocturnidad que pululaba entre copas donde la ebriedad se pelea con la máscara, donde, como en las bodas a partir de ciertas horas, muchos parientes se abrazan pese a las amenazas... Necesitamos terrazas y volver a encontrar afectos amigos, el verano reclama su relax y no es tanto cuestión de rígidos números de aforo sino de mantener las oportunas distancias y seguir enmascarados cuando tengamos que acercarnos, como nuestros fantoches cuando rigen los asuntos políticos, envueltas las bocas con mentiras y sermones que ya apenas son creídos. Pero si no nos cuidamos los jóvenes viven algo al margen de nuestros generales temores, entre alcohólicas noches cerrarán de nuevo locales, pueblos y ciudades, confinados en casa entre calores... Esto nos disgusta, pues ya lo sufrimos hace unos meses entre medidas feroces.

La inmunidad que falsamente parecen gozar ciertos ámbitos recuerda a la de tantos políticos que ocultan sus delitos en una coraza diseñada para defender a nuestra "corrupta casta". La casta dirigente se renueva mas no por ser jóvenes quedan inmunizados al virus de los abusos, de los errores o de los delitos: ¡ay, ambiciones! Cierto que mientras gobiernan no se puede frenar todo el sistema con falsas denuncias, pero las verdaderas deberían cursarse lo antes posible si no queremos hundir las ya desprestigiadas instituciones que culminan nuestras sociedades.

Vascos y catalanes han decidido autogobernarse con cierta distancia de lo que digan en la Corte: corte de mangas a quienes desde Madrid creían controlar los males de nuestras regiones, descontrolándose. O hacemos que cada autonomía esté cómoda y se sienta a gusto en nuestro país o la tendencia a desgajarse crecerá entre nuevas tensiones. Pero la mascarada sigue, como el baile, entre cuchufletas y teatrales guiñoles donde nuestros ministerios se arrancan a bocados unos y otros los pretenciosos disfraces.

Bajamos la guardia. Antes en cada esquina nos vigilaban los guardias y castigaban a quien andaba lejos de su calle, pues había que comprar en el supermercado de en frente y no en el de allende. Desaparecidos los controles policiales, ahora la noche es libre para quienes delinquen o desdeñan las normas sanitarias, escupiendo en sus rincones. Vamos de un extremo al otro, y del otro extremo del mar siguen llegando inmigrantes, infectados o no, necesitados o fanáticos que matarnos quieren: de nuevo han detenido a quienes en Cataluña querían hacer volar en pedazos a españoles que amablemente les acogieron. Nuestro sistema legal y político es demasiado incoherente, unas leyes se pelean con las de al lado, unas acciones aplastan a las precedentes, y el peligro sigue como una cuchilla sobre nuestros cuellos, sean bombas, cuchillos, virus o ineficacia administrativa que hunde nuestra economía. Mas el verano siga, en playas o montañas nuestras huidas relajándose.