Ya se rompen y rasgan las gargantas para cantar, desgarrado, ese tango que duele. El tema elegido no podía ser otro, el legendario Volver que compuso Carlos Gardel y al que dio letra el poeta argentino Alfredo Le Pera. ¿Lo conocen, verdad? recuerden entonces aquella estrofa que decía "Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida". Ahí está el pasado que vuelve, ya lo ven. El regreso a una vida enfrentada con el coronavirus, un enemigo emboscado que va y viene y aprovecha cualquier desliz para darle duro. La necesidad de protegerse cuando ya nos sentíamos libres habla bien a las claras de nuestra inoperancia. Lo hicimos mal y debemos protegernos a todas horas para no dejar un resquicio. Como en el viejo juego de palabras, se avecina la tormenta (de contagios) y se atormenta la vecina, una vez comprobado que hay algo peor que llevar todo el día la mascarilla puesta. Es hacerlo con calor.

A eso van a obligarnos, a salir a la calle enmascarillados y con el embozo bien puesto. No está claro si el paso atrás obedece a las habilidades del virus para colarse por las rendijas o a la torpeza del ser humano para esquivarlo con un comportamiento sensato. Cuando ya pensábamos que sí ha sido que no. Pero hemos de tener algo claro en este regreso: la decepción es un martillo que te golpea; si eres de cristal te romperá, pero si eres de hierro, te forjará. Seamos pues de hierro, compatriotas. Forjémonos en la fragua para no tropezar dos, tres, mil veces en la misma piedra. Cuando en nada dicten el edicto que nos obligue a salir a la calle bien pertrechados seamos conscientes de que hay cosas que llevan su tiempo... ¡y otras que el tiempo se lleva! La vida nos ha ensañado, con su terco empeño docente, que no siempre es válida la primera solución, que lo necesario es dar con la definitiva. Lo hecho hasta ahora ha sido un buen ejemplo de fuerza de voluntad pero no ha sido suficiente. Segundo round.