legamos al final de este terrorífico año 2020 con la mochila llena de muertos y con un futuro en ciernes más que incierto. La población ha sufrido y sufre el azote de una pandemia que nos mantiene sumergidos en una horrible pesadilla, digna de una historia de terror.

Y ahí hemos estado los sanitarios, desde el minuto cero, poniendo todo nuestro esfuerzo en la lucha contra este maldito virus que nos ha cambiado la vida e incluso se la ha llevado. Y tenemos muy claro que esto no ha acabado, por lo que, no le quepa duda a la población, desde todos los ámbitos sanitarios seguiremos batallando, a pesar del cansancio acumulado, físico y, sobre todo, psíquico. Porque ver sufrir y morir en soledad está siendo muy duro. Terriblemente cruel.

El personal de Atención Primaria ha demostrado una capacidad brutal de adecuación a los cambios en la forma asistencial a los que se han visto abocados, con mayor o menor aceptación por la forma, pero dándolo todo y manejando una situación aparentemente caótica con una profesionalidad digna de encomio.

Y qué decir de los sanitarios de los hospitales. Le han dado la vuelta a sus hospitales, olvidándose de sus respectivas especialidades, y adecuándose a las necesidades que iban cambiando prácticamente a diario, trabajando como un bloque para ayudar a los enfermos de la covid-19, eso sí, sin descuidar a aquellos pacientes con otras patologías no covid.

Pero mi condición de médico de Urgencias me obliga a recordar a unos grandes olvidados de la ecuación sanitaria, tanto por los medios de comunicación como por la población general, incrustados funcionalmente entre la Atención Primaria y la Hospitalaria: el personal de Urgencias y Emergencias. Un grupo de profesionales (médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, administrativos, limpieza, seguridad, técnicos de transporte sanitario) que lo hemos dado todo, lo seguimos dando y, no le quepa duda a nadie, lo seguiremos dando hasta la última gota de nuestro sudor, en la calle o en el hospital, en los Servicios de Urgencias y Emergencias Extrahospitalarios y en los Servicios Hospitalarios. En el teléfono del 112, en las UVI-móviles o en las salas de reanimación.

Nuestro trabajo tiene la gratificación de la sonrisa del paciente que se va a su casa curado, e incluso la amargura de aquel que se enfrenta a un destino incierto pero al que intentamos aliviar y, cuando no es posible, aliviar con una caricia o un apretón de mano.

Por nuestras manos han pasado todos, insisto, todos los pacientes afectados por la covid y que han precisado ingreso en las UCI o en planta, así como muchos otros que fueron y son enviados a sus domicilios. Todos.

Somos los que estamos ahí 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año, para aliviar, curar o acompañar. Y sabemos que este duro camino que nos está tocando vivir no está cerca, no acaba con el 2020. Nos acompañará como poco durante 2021, a pesar de que tengamos una luz de esperanza puesta en la inminente llegada de las vacunas.

Y yo, como médico especialista en Urgencias y Emergencias que me siento y que soy, no quisiera pasar por alto una grave anomalía que quisiera transmitir a la población, a los medios de comunicación y a nuestros políticos, y no es otra que nuestra situación de vulnerabilidad legal en cuanto a la falta de reconocimiento de nuestra actividad médica y de enfermería como especialidad. Actualmente la especialidad de Urgencias y Emergencias está aceptada en 28 países de nuestro entorno, siendo España uno de los 3 únicos países de Europa en la que no está reconocida (salvo en el entorno militar, que sí lo está).

Y lo triste es que el ministro de Sanidad, el señor Illa, aseguró en el Parlamento, el lugar donde radica la soberanía del pueblo, que la especialidad sería una realidad antes de finalizar este año. Vista la fecha está claro que, salvo milagro de última hora, no será así y, por tanto, lo que fue una promesa quedará en nada y, por tanto, en una grave mentira hecha en el Congreso de los Diputados.

Ha sido duro, está siendo muy duro, pero, independientemente de todo, nosotros sí que prometemos que seguiremos atendiendo a todos los pacientes 24/7/365, curando, aliviando o acompañando, trabajando en equipo, por el bienestar del paciente, la tranquilidad de sus familiares y por nuestra satisfacción profesional.

Que un 2021 lleno de esperanzadoras vacunas nos permita ver el final de esta terrible experiencia que nos ha tocado vivir. Mientras tanto, responsabilidad individual. Nos va la vida en ello.

El autor es médico de Urgencias. Presidente de la Sociedad Navarra de Medicina de Urgencias y Emergencias