espués de las elecciones catalanas del 14-F, el bloque nacionalista conforma una mayoría reforzada. La abstención, no obstante, representa un porcentaje de la población demasiado elevado. La pandemia ha provocado que muchos electores se queden en su casa mientras que un sector sigue mostrándose muy reacio a votar porque es heredero de aquel anarco-sindicalismo que tanto ímpetu obtuvo en Catalunya antes del franquismo y que está dispuesto a desatar una ola de violencia injustificada con cualquier excusa. Se ha producido un importante trasvase del voto de Cs al PSC cuando el votante liberal ha considerado perdida una gran ocasión de alejar a UP de las tareas de Gobierno, error de cálculo que le costó a Rivera su carrera política y que tal vez signifique la tumba política de un partido que si en Catalunya no obtiene buenos resultados, no tiene razón de ser. Parte de su voto se ha marchado también a Vox, enormemente beneficiado por los altercados que los radicales organizan cuando van a dar un mitin. Al impedir el normal funcionamiento de la democracia, le consiguen a la ultraderecha una propaganda electoral gratuita y muy efectiva. La CUP ha subido de forma importante en número de parlamentarios, quizá porque sus simpatizantes son más combativos y han acudido prestamente a votar, es decir, que la abstención les beneficia. Y En Comú Podem se ha mantenido pese a que algunos auguraban que la izquierda transformadora volverá a quedar reducida al espacio que ocupaba Iniciativa per Catalunya, algo trasladable al Estado en cuanto a lo que significó IU. En mi opinión, esa postura ambigua de sus dirigentes sobre las algaradas callejeras les supondrá un conflicto interno, pero las sucesivas crisis económicas, el creciente desempleo juvenil y el clima de inestabilidad institucional que ha propiciado la corrupción del rey emérito podrían significar un campo de cultivo para la coalición de izquierdas. El PP últimamente parecía ausente de la problemática catalana porque su nueva apuesta por la moderación de manos de un líder como Casado no es verosímil y suena a cambio de estrategia electoral en busca de unos mejores resultados. No se puede negar que Abascal tenga las ideas más claras y que su mensaje haya sido en esta ocasión mucho más contundente.

Para la tranquilidad del Gobierno central, para los medios de comunicación de Madrid y constitucionalistas y para un sector muy importante de la población española, la coalición de PSC, Esquerra y En Comú sería la opción preferida. Sin embargo, gobierne quien gobierne, Esquerra, JxCat y CUP conformarán una mayoría claramente independentista en el Parlament. Es de notar que el PDECAT, que optaba por una confluencia del nacionalismo moderado y el catalanismo, no ha obtenido ni tan siquiera representación parlamentaria. Esta mayoría independentista condicionará también la política estatal, pero el Estado no va a ponerles las cosas fáciles. Basta con saber que una de las razones que esgrimieron los golpistas del 18 de julio de 1936 fue la supuesta desmembración de España. Esta idea persiste en la conciencia colectiva española, de la que surge un nacionalismo centralizador que ve con malos ojos hasta que se hable en otra lengua que no sea el castellano. Y la reciente aplicación del art. 155 de la CE contó con el apoyo del PSOE. Podría ocurrir que una nueva aplicación de ese artículo supusiese la ruptura de la coalición gubernamental, pero el PSOE no puede comunicar diplomáticamente a su electorado concesiones al independentismo, aunque el catalanismo sea una de las señas de identidad del PSC, un partido que oficialmente no es PSOE, pero que funciona en la práctica como una federación socialista más. La confrontación está servida y los graves altercados en Barcelona por la detención de un rapero parecen el preludio de lo que se avecina. En mi opinión, aunque quizás la cárcel no sea el castigo más adecuado, la apología de la violencia política que realiza ese joven con sus bodrios es inadmisible y el derecho a la libertad de expresión no debe acogerla. Pero lo sustancial me parece preguntarse si cuando la pandemia del coronavirus se haya marchado recogerá el testigo de las preocupaciones políticas un nuevo embate independentista en Catalunya. A priori no parece descartable, pero de algún modo depende del curso de las relaciones de Esquerra con el Gobierno de Sánchez.

El autor es escritor