añana llega una nueva cita del 8-M, el día señalado para reivindicar la igualdad entre mujeres y hombres y también insistir en los derechos de las mujeres. Ése es el fundamento humano, político, ético y social original de esta conmemoración feminista que une a cientos de millones de hombres y mujeres en todo el mundo. Y un año más, el movimiento feminista y las asociaciones en defensa de los derechos de la mujer convocan a la sociedad a mantener viva la bandera de la igualdad, aunque sometida esa escenificación pública a las restricciones derivadas de la pandemia del coronavirus. En Navarra habrá manifestaciones en diversas localidades y barrios con menos de 500 personas. En Madrid se han prohibido. Creo que es un error político. Sobre todo, porque pone el foco del 8-M donde lo han intentado situar durante todo este año los discursos de la intoxicación y la polarización. Responsabilizar a las movilizaciones del 8 de marzo de 2020 de la expansión de la covid-19 ha sido una estrategia de la ultraderecha que han terminado haciendo suya, como otras muchas, tanto el PP como UPN. El diputado Sayas ya se ha posicionado públicamente en contra de que se permitan los actos públicos en Navarra para, una vez más, no quedarse atrás con el discurso de Vox. No sólo no hay ninguna prueba objetiva que sostenga ese bulo político y mediático, sino que los estudios sanitarios lo han desmentido con rotundidad. Pero la bola de la mentira lleva rodando un año y ahora, a las puertas de un nuevo 8-M, ha vuelto a coger fuerza despidiendo el mismo apestoso tufo machista de siempre. De hecho, ya ha conseguido uno de sus objetivos: desviar la atención de las causas reales que siguen haciendo necesaria esta jornada de reivindicación y de movilización. Se señala política y mediáticamente a las manifestaciones y se señala como irresponsables a las mujeres y a los movimientos feministas, y con todo ese humo se ocultan las razones humanas, laborales y sociales del 8-M. La estrategia es clara: parar una dinámica creciente en los últimos años, en los que las movilizaciones han sido masivas y se ha hablado y debatido más que nunca antes sobre la situación real de desigualdad de las mujeres. La brecha salarial, la necesidad de seguir luchando por la igualdad real de oportunidades, el racismo y la xenofobia, la violencia machista, el acoso laboral o las trabas profesionales están marcando el intercambio de ideas y propuestas con un impulso y participación crecientes entre las mujeres más jóvenes. Es esa dinámica exitosa de mujeres y hombres, constructiva e integradora lo que ha generado como reacción un nuevo discurso machista desde los sectores reaccionarios, conservadores y autoritarios. Un neomachismo que se presenta disfrazado bajo diferentes apariencias, pero que busca lo mismo de siempre: el sometimiento de la mujer. La reivindicación de derechos y la denuncia de las desigualdades tienen un profundo sentido democrático, porque no solo no avanzan al ritmo necesario, sino porque las consecuencias de la pandemia han supuesto además un retroceso importante para las mujeres en todos los ámbitos de la lucha por la igualdad de derechos y de oportunidades. Pero pese a las dificultades, las trabas y lo mucho que aún falta por alcanzar, ese imparable cambio social está en marcha. Y este 8-M de 2021 es otra parada señalada en ese camino.