a duda está ahí, cada vez que se plantea qué hay que hacer con las voces de la extrema derecha más radicales y fascistas, si ignorarlas y no escucharlas, o responderles para contraatacar su discurso, con lo que te conviertes de manera indirecta en el altavoz mediático que buscan. No es fácil estar callada ante alguna de las intervenciones de Vox y la ultraderecha. Ante sus exabruptos e insultos. Imposible ante la última polémica surgida a raíz de la fotografía de una joven cooperante de Cruz Roja asistiendo a un inmigrante en la playa de Ceuta con la mejor medicina que tenemos los humanos para superar los momentos más duros: un abrazo. Ese abrazo es la fuerza de la solidaridad, es la humanidad, es el futuro, el único futuro posible, es la impotencia ante el drama, es lo que debemos ser las personas ante una situación de emergencia humanitaria como la que viven miles de personas cada día. Pero ese abrazo ha desatado el odio, la xenofobia y el machismo en las redes sociales, esa especie de barra libre donde se confunde la libertad de expresión con la licencia para todo tipo de descalificaciones. Un asqueroso escaparate donde se impone lo peor. Quizás son una minoría, pero hacen mucho daño. Esta vez han ido contra Luna, la joven estudiante de Enfermería, cooperante de Cruz Roja, que se ha visto de pronto en medio de la mayor crisis migratoria de los últimos años en la frontera entre Ceuta y Marruecos tras la llegada de miles de personas. Luna tiene solo 20 años y una mirada limpia y generosa. Su nombre lo dice todo, porque ella ha sido la luz en la oscuridad de muchas miradas exhaustas y perdidas, como la del joven senegalés al que abrazó para tratar de calmar su desconsuelo. De él no sabemos nada, ni lo sabremos. Ella tampoco lo sabe. El joven subsahariano, al que vio llorar desconsolado al ver a uno de sus amigos inconsciente en la arena, ya ha sido deportado. Ella apenas pudo consolarle antes de su viaje de vuelta. No podemos tratarles como personas sin nombre, ni esperanza, ni futuro, porque lo tienen y se merecen la oportunidad de la vida que buscan en esos viajes donde la muerte es compañera. Ya ha sido devuelto al otro lado de la frontera, sin nada más que el abrazo de Luna. Ella reaccionó sin pensar y seguramente lo volvería a hacer. Aunque poco después de que la imagen se volviera viral tuvo que cerrar sus redes sociales ante los insultos que estaba recibiendo. Por suerte esta vez fueron más las muestras de apoyo y agradecimiento por su gesto, por ese abrazo de amor y esperanza.

El abrazo de la joven cooperante de Cruz Roja asistiendo a un inmigrante en la playa de Ceuta es la fuerza de la solidaridad, es la humanidad, es el futuro, el único posible