Recuerdo que cuando todo este tiempo pandémico comenzó, pongamos enero de 2020 (aunque por estos lares aterrizó a fin de febrero-marzo), se escuchaba, se decía, incluso yo también era de creer que, como individuos, evolucionaríamos, daríamos un paso adelante por el bien común y miraríamos más atentamente al que comparte tramo de vida con nosotros/as. Quizás digan que soy un soñador, pero no soy el único. Año y medio largo después, me he convencido de que aquella idea era bastante más una esperanza o utopía por mi parte que la realidad que es hoy. Es posible que a nivel personal hayamos hecho nuestra reflexión y nuestro aprendizaje para amoldarnos a un mundo que ha dado un viraje brusco, inesperado y duradero. Me sabe muy a poco que sigamos preocupándonos de que siempre y cuando todo a nuestro alrededor gire más o menos engrasado para que la dosis de felicidad se mantenga saciada, todo va bien. El estado de las cosas se mantiene en línea satisfactoria. Varios ejemplos: ha vuelto parcialmente el público a los estadios de fútbol. Estoy vacunado, tengo pasaporte, me voy de vacaciones. ¿Tendré sitio para cenar en una terraza el viernes? En el inicio de curso cambio de móvil. ¿Para cuándo una farra en condiciones? Tengo que cambiar las ruedas del coche. ¡Ospas la luz qué cara que se ha puesto! ¿Hacemos una barbacoa y nos echamos unas birras en las no fiestas del pueblo? Monotema, pesadez, aburrimiento, hartazgo. Sí, todo lo que queramos añadir y repetir. Pero, para mí, no dejan de ser quehaceres de blancos, problemas de un primer mundo que, como buena élite que somos y nos sentimos, se nos atragantan si no les damos salida. Que son los que nos toca vivir, es cierto. Que son una cortina de seda muy cómoda para no mirar más lejos de nuestros propios mocos, evidentemente también. Ahora no quieren achicharrarnos, desinformativamente hablando, de lo peligrosa que era Venezuela y la vecina "dictadura" cubana, ni que en Uganda solamente ha llegado la vacunación al 0.01 % de su población, que Estados Unidos penetró y ha desmantelado durante casi dos décadas Afganistán y ahora, cuando no puede obtener mayor provecho, salva el culo de los suyos y deja el país en una gravísima crisis bélica-migratoria, o que los gobiernos no tienen ningún interés real y fehaciente en frenar el arrase ecológico y medio ambiental que se está llevando a cabo. Vivir es fácil con los ojos cerrados, hubiera firmado de nuevo aquel apellidado Lennon. Pues eso: el que venga detrás, que arree.