atídico día, jueves 2 de septiembre de 2021, dado que amanecimos con la noticia del fallecimiento de Mikis Teodorakis. Jupiter, el padre de la luz, da nombre al jueves, día en el que se produjo un apagón cultural mundial. Y es que no hay rincón de la tierra en el que no haya sonado la banda sonora de la película Zorba el griego, compuesta por el compositor griego en 1964.

Si bien hemos perdido a una persona pletórica, enérgica, luchadora, dinámica, audaz, al tiempo que afable, emotiva, bondadosa, con un acentuado sentido del humor, jamás nos abandonará su obra y sus enseñanzas. Teodorakis ha sido un artista singular, un elegido de las musas. Y así, gracias a la música pudo expresar el torrente de vivencias que vivió tanto en Grecia como en el exilio, un griego que se afilió al Partido Comunista Griego (KKE) en los años 40 y que ha vivido en primera persona la historia de Grecia desde su nacimiento, en 1925, hasta nuestros días.

Su legado ha sido inmenso, pero en estas líneas me gustaría dejar constancia del legado cultural y personal que me ha dejado. Vi por primera vez a Mikis Teodorakis en 1989, en Vrahati, una ciudad costera a doce kilómetros de Corinto, cuando pasé el verano en Kokkoni, un municipio en la misma línea de playa. Teodorakis tenía 64 años, y cuando salía de su casa para pasear por la solitaria playa llenaba el entorno de magia. Éramos pocos los que en aquel entonces frecuentábamos ese emplazamiento, y ni por asomo pensé en acercarme a esa emblemática figura, así que, en silencio, me limité a observarlo y a compartir espacio vital. Eso sí, seguí escuchando su música y siguiéndole en los conciertos -memorable el de 1995, en el teatro de Herodes Ático, en Atenas, acompañado del excepcional intérprete Yorgos Dalaras-.

Pasaron los años y llegué a ser helenista. He impartido durante años clases de griego moderno y de literatura griega contemporánea, y en 2006 me trasladé a Atenas para investigar sobre esta última materia y redactar una obra que ha tenido una maravillosa acogida ya que se va a publicar la segunda edición. Al año siguiente, Beltrán Gambier tuvo la idea de dedicar un número especial de la revista que dirigía, Intramuros, a Grecia, y por ello se puso en contacto con la Embajada de Grecia en Madrid. Fue entonces cuando asumí el proyecto y elaboré un listado de intelectuales griegos que consideraba que debían conformar el número dedicado a Grecia: Cacoyannis, Angelopoulos, Evangelatos, Kumandareas, Kikí Dimulá, Eugenía Fakinu, Tsoclis, Móralis, Pantermalís, Teodorakis, Titos Patrikios, Helene Glykatzi-Ahrweiler, Yannaras, Axelós, Babiniotis, Karavouzis (el artista que nos cedió una obra para la portada de la revista). Entré en contacto con todos ellos, los entrevisté, tomé notas, les pedí textos, que posteriormente traduje, y elaboré el texto final de la revista, publicada en 2007. Sin duda alguna, me considero una persona muy afortunada por haber podido conocerlos a todos ellos personalmente y haber disfrutado de su amistad y magisterio. Evidentemente, la herencia personal y cultural que me han dejado constituye para mí un verdadero tesoro.

Por desgracia, más de la mitad ya no están entre nosotros, y en este momento despedimos al gran Mikis Teodorakis, uno de los autores de uno de los artículos de la revista Intramuros (nº.27). A este músico le pedí, como al resto de los que participaron en el proyecto, que me hablara de sus vivencias personales desde niño, debido a que eran datos que no estaban al alcance de los lectores, quienes serían conocedores de su ideología, de su obra musical, una vez que ya era famoso. Por eso le sugerí que trazara su semblanza desde que era niño hasta el momento en el que serían publicadas sus palabras. Así, nos cuenta que su primer contacto con la música comenzó en el entorno familiar, porque en su casa se escuchaban las canciones de los emigrantes que habían sufrido la catástrofe de Asia Menor y las cantaban sus padres. Y a su vez, que gracias a su abuela, que era muy religiosa, descubrió la música bizantina, que más adelante desempeñaría un papel muy relevante en su música, basta pensar en el Epitafio o en La Tercera Sinfonía. Además, fue en la ciudad de Patras donde comenzó sus estudios musicales de teoría musical, violín y acordeón, y con 14 años compuso sus primeras canciones, quizás las más bellas. Por otra parte, tras obtener el título en el Conservatorio de Atenas, con 25 años, ganó su primer dinero como compositor a los 28 años. A partir de entonces su carrera fue imparable, hasta que ha fallecido, en Atenas, a los 96 años.

Puede que Teodorakis ya no esté entre nosotros y por eso nos hayamos quedado huérfanos. Grecia ha declarado tres días de luto nacional, la bandera griega a media asta, pero en su memoria sentimos la alegría de que Grecia es un país libre y democrático. No en vano, el país celebra este año el segundo centenario de la Revolución griega (1821-2021). Grecia durante 200 años sigue liberada del yugo otomano, pero la historia de la Grecia moderna también está teñida de páginas amargas musicadas por Teodorakis. Y así: "la fuerza motora surge de las vivencias psíquicas que se llegan a convertir en angustia, dolor, desesperación. Como antídoto surgen los sonidos, que son los que llenan de alegría el alma del compositor".

Llegados a este punto, me viene a la memoria la reflexión que da título al artículo mencionado, en el que confiesa que él se expresa a través de la música y crea el material musical, el cual, debido a su procedencia, no puede ser otro que griego. De ahí que manifestara: "¡Yo soy helenismo!".

Para terminar, sabido es que Teodorakis conoció a Pablo Neruda y le puso música al Canto general, una obra con la que el compositor griego, acompañado de sus músicos y de una voz única, la de la entrañable María Faranduri, ha recorrido el mundo, y esta música ha sido interpretada desde La Habana hasta Madrid. En estos momentos en los que la tierra ha enmudecido, tan solo podría sonar, in memoriam, la América insurrecta:

Nuestra tierra, ancha tierra, soledades,

se pobló de rumores, brazos, bocas.

Una callada sílaba iba ardiendo,

congregando la rosa clandestina,

hasta que las praderas trepidaron

cubiertas de metales y galopes.

Fue dura la verdad como un arado.

Rompió la tierra, estableció el deseo,

hundió sus propagandas germinales

y nació en la secreta primavera.

Fue callada su flor, fue rechazada

su reunión de luz, fue combatida

la levadura colectiva, el beso

de las banderas escondidas,

pero surgió rompiendo las paredes,

apartando las cárceles del suelo.

La autora es Dra. en Filología Griega

Grecia ha declarado tres días de luto nacional, la bandera griega a media asta, pero en su memoria sentimos la alegría de que Grecia es un país libre

Fue en la ciudad de Patras donde comenzó sus estudios musicales de teoría musical, violín y acordeón, y con 14 años compuso sus primeras canciones