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Mesa de Redacción

Joseba Santamaria

El capitalismo devorando al capitalismo

l control de la pandemia del coronavirus señala una vuelta de los principales índices socioeconómicos a datos previos a su irrupción. Las expectativas de inversión pública, recuperación del empleo y estabilidad junto a la inyección de los Fondos Europeos son buenas a corto y medio plazo. Y sin embargo las sombras se están extendiendo poco a poco y quizá todo vaya a ser más complejo de lo que la propaganda y la euforia actuales parecen indicar. Las dificultades se extienden en el comercio internacional. Desde los problemas de abastecimiento a la saturación del transporte marítimo, el alza de los precios de las materias primas, bienes básicos y energía, la lentitud de la transformación energética -los Objetivos de París están muy lejos de estar cumpliéndose y los plazos son cada vez menores-, o la creciente dependencia de la producción asiática. Son señales de intranquilidad e incertidumbres de nuevo. En realidad, desde la crisis de 2008 todo ha ido encaminado en la misma dirección. Una transformación del modelo económico. El paso de un capitalismo a otro en el que el capitalismo devora al capitalismo. Todo sigue igual. La política y la democracia siguen acongojadas en la inacción ante la prepotencia de los especuladores y los fondos privados y la corrupción de los mercados. Su voracidad es inagotable. Han originado un desastre financiero que están pagando millones de ciudadanos, ya sea vía desempleo, ya fiscalidad regresiva, ya recortes de los sistemas de protección social. Se habló de regular los paraísos fiscales, los fondos de especulación y los subterfugios de las grandes empresas, grandes fortunas y entidades bancarias para evitar el pago de impuestos, pero nada ha ocurrido que no haya sido poner en evidencia la ineficacia de los gobiernos para anteponer la política democrática de los intereses generales y la justicia social a la avaricia especulativa. La economía productiva de bienes y servicios que genere riqueza y cohesión social se ha sustituido por el neocapitalismo financiero y la desregulación y el chantaje fiscal más salvajes que sólo buscan el máximo beneficio para el dinero y el vaciado de las arcas públicas y de los bienes comunes para traspasar su valor a los bolsillos privados. Un tiempo en el que los empresarios son otra especie en vías de extinción y el derecho al trabajo en condiciones de dignidad está siendo poco a poco borrado del mapa. El asalto de los fondos buitre de capitales a los sectores estratégicos, a los bienes básicos -vivienda, agua, alimentos, energía, etcétera-, y a los recursos naturales (la deforestación masiva de África, Asia o Amazonia y la irrupción en los polos son dos ejemplos actuales) son las nuevas prioridades del capitalismo especulativo que controla ahora el sistema económico. Se habla de seguir el camino sin dejar a nadie atrás. Suena bien como compromiso, pero las sombras que asoman por el horizonte muestran otra realidad. Menos derechos sociales y laborales, menos protección social, menos riqueza colectiva, más desigualdades, más desregulación financiera y fiscal y dinero público para las grandes entidades financieras y corporaciones que no logran los beneficios deseados para sus negocios privados. Y por encima de todo, debilitar la democracia para que este capitalismo de hoy pueda campar a sus anchas.