amos a exagerar, pero solo un poco: la literatura de ciencia ficción tiene su Quijote y su Iliada, dos en uno, en Dune (1965) de Frank Herbert. La primera novela, claro, no la trilogía que acabó siendo hexalogía por los éxitos de ventas (y aún hubiera crecido más si no se hubiera muerto Herbert, que dejó la saga abierta y notas para continuar). Secuelas que, unas mejor que otras (pero con cierta tendencia a la baja), están muy bien también, aunque les resulte imposible llegar a la calidad de la primera.

Y, claro, como Dune es una maravilla y cómo los dunistas somos legión, cuando se estrena una nueva versión, avalada por Denis Villeneuve (que salió relativamente airoso del difícil reto de la segunda parte de Blade Runner) y por un reparto de lujo, acudimos en tropel a verla. Por supuesto, con los dedos cruzados por el temor a que la hayan masacrado -fresco está aún en la memoria lo que se le perpetró a El juego de Ender en 2013, o los destrozos que le hacen cada 10 o 15 años, en forma de series de televisión, a la saga Fundación de Asimov-.

Y con el recuerdo, claro está, del primer intento, el Dune de 1984 de David Lynch, fracaso de público y crítica pero que muchos tenemos en nuestra lista de películas de culto, en la lista Vintage y en la carpeta de Ya sé que a veces cae en lo friki, pero tiene su encanto.

Y después de ver la de 2021, y después de oír críticas profesionales y opiniones amateurs, qué quieren que les digamos: sí, impecable la ambientación. Sí, las principales escenas están ahí. Sí, se entiende todo mucho mejor que en la versión del 84. Pero algo falla. Dicen los expertos que es la frialdad de los protagonistas, que no captan tu empatía (ahí gana David Lynch por goleada). Y aún lamentan más las muchas cosas claves del libro que se dejan fuera (sobre todo, la dureza extrema del planeta Arrakis) pese a haber destinado dos horas y media a contar apenas el 64% de ese primer libro (la fórmula es extrañísima: se ha filmado la primera parte y solo se filmará la segunda si aquella triunfa en taquilla).

Es posible. Pero incluso así, dos datos para la esperanza: a las personas que no conocen Dune les ha gustado en general la peli: los dunistas vemos la botella medio vacía; quienes parten de cero, la ven medio llena. Y, aún mejor: a unos cuantos de ellos les picará el gusanillo (nunca peor dicho) de acercarse a la obra original. Si eso ocurre, habrá valido la pena esta nueva versión.

A las personas que no conocen Dune les ha gustado en general la película: los dunistas vemos la botella medio vacía; quienes parten de cero, la ven medio llena.