ablo Casado se las prometía muy felices hace poco más de un mes al cerrar la convención nacional del PP con un mensaje de reforzada y edulcorada unidad ante sus huestes. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, se le cuadró y le perjuró que no aspiraba a desalojarle de su poltrona de Génova y sustituirle como al frente del PP. Palabras huecas por lo que se ve. Consciente de su imparable ascenso tras arrollar en las urnas de su comunidad, Ayuso no abandona la tentación de sustituir al gran líder pese a la sonriente foto de Valencia del 3 de octubre. Sus ansias de liderar el PP madrileño le hacen andar de gresca en gresca con el entorno de Casado, que intenta cortocircuitar su ambición temeroso de que si logra mayor poder orgánico se encumbre hasta un pedestal que le permita disputarle el liderazgo del partido y, todo se andará, catapultarle a la candidatura a La Moncloa. Por eso andan a la greña en la capital del reino. Con el alcalde Almeida en tierra de nadie y utilizado como ariete contra Ayuso y con un desgaste político que preocupa en la dirección del PP ufano por su marcha ascendente en las encuestas. Ayuso es un fajadora nata y dará batalla. Hace falta saber si será ahora o si esperará a que Casado se estrelle en las urnas para sustituirle.