enemos muy reciente la XXVI Cumbre Mundial por el Clima de Glasgow, marcada por las declaraciones vacías y la falta de compromisos reales. A la vez, estamos pendientes de la aprobación por parte del Parlamento de Navarra de nuestra primera ley sobre Cambio Climático y Transición Energética. Una ley que, según los movimientos sociales que fueron invitados a pronunciarse en la sede parlamentaria al respecto, en su redacción actual nacería ya obsoleta. Una ley que, sin embargo, podría suponer un cambio real, un compromiso verdadero con la lucha contra el cambio climático. Una ley que podría suponer la diferencia entre el bla, bla, bla y las actuaciones que necesitamos para el planeta. Porque los retos climáticos y energéticos son urgentes y exigentes y la situación, si no se abordan de la forma adecuada, va a ser tremendamente preocupante y cada vez más difícilmente revertible.

Se entiende la complejidad de conciliar los intereses de los diferentes sectores con la necesaria contención del consumo y tránsito a una sociedad sencilla y madura que se adapte a los límites que impone el planeta, pero es urgente, la casa está en llamas y no podemos seguir echando leña al fuego. Hay que hacer el esfuerzo. Nos lo están gritando la ciencia y las Naciones Unidas.

Es por eso que desde aquí, y junto con compañeras y compañeros de los diferentes grupos medioambientalistas navarros que conforman Alianza por el Clima, animamos a los grupos parlamentarios a mostrar valentía en estos momentos cruciales, a que no se conformen con cumplir el expediente y a que aprueben las enmiendas que próximamente se presentarán para convertir la ley en un instrumento realmente útil y adecuado a las circunstancias. Porque el texto presentado por el Gobierno de Navarra precisa de mayor ambición, objetivos más concretos y plazos más breves para ser útil ante la urgencia climática.

Urgencia que pone en grave riesgo nuestro futuro a escala global y regional; futuro que según predicciones de los informes científicos nos llevaría a escenarios dramáticos que habría que evitar. Así que nuestros y nuestras políticas deberían transmitir a la ciudadanía un discurso claro y una valentía que sea un ejemplo a seguir, no una rémora. Es el momento de apostar por un clima habitable y para lograrlo hay que sumar todas las voluntades ciudadanas y políticas. Es momento de animar a esos partidos, que dentro de año y medio querrán convencer a sus posibles votantes de que son realmente verdes, de que actúen en consecuencia, que hagan honor ahora a ese verdor.

Que demuestren que de verdad les preocupa el medioambiente y la situación climática. Y que enriquezcan la ley que próximamente se debatirá con compromisos claros, como comprometerse a una reducción de los gases de efecto invernadero del conjunto de la economía, al menos, un 55% respecto del año 1990; como alcanzar en el año 2030 un sistema eléctrico con, al menos, un 100% de generación a partir de energías de origen renovables, una reducción del consumo de energía primaria de Navarra del 40% con respecto al consumo de 2007 o una reducción de un 42% las emisiones del sector agrícola respecto a sus emisiones en 1990.

Como ampliar la superficie ecológica un 40% para 2030 y el 100% para 2050. Como la inclusión desde ya en los currículos educativos de la emergencia climática de forma transversal y la implementación en los centros escolares de coordinadores/as encargados del plan de sostenibilidad de los mismos. Como la aprobación de una ley de fiscalidad verde ambiciosa en lo ambiental y lo social.

Necesitamos una ley que coloque verdaderamente a Navarra a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático y no que sus dirigentes se sumen a todos esos que se conforman con mucha palabrería y compromisos vagos. Esperamos que no nos defrauden.

La autora es miembro de Alianza por el Clima Navarra