Quiero dedicar estas líneas a las poetas -y no poetas- que luchan día a día, hora a hora, minuto a minuto, por seguir sobreviviendo en un mundo cada vez más injusto y doloroso, a quienes intentan buscar sentido a la vida y no lo encuentran y a los que no soportaron más el calvario y se suicidaron. Pero especialmente esta carta va dirigida a todas esas locas, a todos esos lunáticos, que están atados a una fría cama del psiquiátrico como dice, en un hermoso poema, la Princesa Inca. En este bochornoso país se tortura en las Unidades de Hospitalización Psiquiátrica (las llamadas UHP). Y no lo digo yo, lo dice la ONU. Nadie se puede imaginar hasta que no lo vive en sus propias carnes el trato tan degradante que recibes en esos micromanicomios. Quiero recordar que, en estas fechas en las que se nos impone una felicidad fingida y falaz, hay personas que están siendo humilladas por funcionarios públicos. A quienes legislan y a quienes hacen posible la tortura les invito a reflexionar -si es que les queda algún resquicio de humanidad, que lo dudo-. A las chifladas, a los majaras y a les chalades que van a pasar estos luctuosos días ingresados les mando un fuerte abrazo.