a detención ayer en Francia del presunto asesino de Sara Pina y el emotivo homenaje que recibió la víctima en su localidad natal Cortes fueron el contrapunto al terrible crimen machista que asoló el lunes Tudela. El segundo que tiene lugar en Navarra en los últimos meses tras el asesinato de María Pilar Berrio, de 43 años, en Murchante. “Los maltratadores se esconden muy bien”, aseguraba ayer una de sus amigas en la concentración de repulsa que tuvo lugar en Cortes. Y es así. Como ocurre habitualmente nada hace sospechar del agresor porque la violencia machista es silenciosa y el crimen solo es la punta de un enorme iceberg de sufrimiento psicológico cuando no físico de muchas víctimas. Su final no puede ser más macabro. El presunto asesino José María Uruñuela mató a la mujer con la que se casó hace cuatro años asestándole “con gran violencia varias cuchilladas”. A una mujer que, paradójicamente, el 25N iba a leer en el colegio de Castejón donde trabajaba el manifiesto contra el maltrato. En su nombre colocaron ayer en la plaza de Cortes trece rosas rojas y velas moradas en el centro de la plaza, una por cada amiga simbolizando todo el amor que le tenían y la ausencia que deja. Rabia y dolor en toda la Ribera ante la pérdida de una mujer a la que han arrebatado su futuro.
La víctima, nacida en Cortes, vivía en Tudela, trabajó en Castejón y en Corella. También la plataforma 8M en Tudela advertía ayer que la violencia machista se construye también desde el “silencio” y la “complicidad” de una estructura social que “invisibiliza y minimiza cualquier tipo de comportamiento violento machista no explícito”. Pina, de 38 años, es la segunda mujer asesinada por violencia de género en lo que va de año. El 2021 terminó con la cifra de 43 casos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Es la cifra más baja desde 2003. Por el contrario, se ha duplicado el número de menores víctimas de la violencia vicaria.
Según los expertos la pandemia logró reducir el número de asesinatos pero es muy probable que la violencia de género, en todas sus facetas, no sólo no se haya reducido sino que se haya incrementado. Por otro lado, sólo nueve víctimas denunciaron a su agresor. Por temor o anulación. Porque muchas veces la violencia o las situaciones de control está tan normalizada entre las propias mujeres, interiorizando el discurso del agresor, que terminan teniendo una imagen completamente negativa de sí mismas. Una espiral peligrosa que exige una mayor alerta por parte de la sociedad y a las instituciones.