l otro día se me acercó un señor mayor cuando estaba sacando dinero de un cajero. Se acercó, pero no mucho, como a dos metros o así, y me pidió perdón cuatro o cinco veces antes de empezar a hablar. No quería robarme, evidentemente, lo que quería era hablar con una persona que le pudiera explicar cómo hay que darle a las teclas del cajero, porque el otro día hizo algo mal y se le tragó la libreta. Y ahí estuvimos, dando un cursillo exprés. Estas no son maneras de tratar nuestros mayores. Por eso me he alegrado al ver que un señor de 78 años ha lanzado una campaña en change.org para reclamar a los bancos "un trato más humano en las sucursales bancarias" con las personas mayores, al sentirse "indefensas" porque casi todas las gestiones son telemáticas. Está claro que mucha gente piensa-pensamos como él porque en escasos tres días ha recogido más de 300.000 firmas.

Las personas mayores se están viendo pisoteadas por la avalancha tecnológica. Una cosa es progreso y otra es que los estemos dejando al margen de la sociedad, haciéndoles perder su autonomía por no poder gestionar su dinero, pedir cita en el médico (porque no cogen el teléfono) o consultar sus facturas porque todo hay que hacerlo a través de internet y de aplicaciones de móvil.

Las palabras de Carlos San Juan, el impulsor de este movimiento, son demoledoras: "Yo he llegado a sentirme humillado al pedir ayuda en un banco y que me hablaran como si fuera idiota por no saber completar una operación. Y he visto ese mal trato dirigido a otras personas. Duele mucho sentirse así. Las personas mayores existimos, somos muchas y queremos que nos traten con dignidad."

La brecha digital se está convirtiendo en muchos casos en un auténtico foso lleno de cocodrilos.