Se dice de los gallegos (y, como asturiano, lo digo con todo el cariño hacia mis primos hermanos) que al encontrarse con uno en la escalera no queda muy claro si sube o baja. Tampoco sirve de mucho preguntárselo, pues siempre puede salir con respuestas tipo "eso depende" o "ni subo ni bajo, me he parado a hablar con usted". Hace honor a este tópico el aún no oficial pero ya oficioso (por aclamación, como él quería) presidente del Partido Popular, señor Núñez Feijóo: al verle no se sabe muy bien si pretende llevar el partido hacia el centro o hacia la extrema derecha. Preguntado al respecto tras la triste y vergonzosa primera entrada de Vox en un ejecutivo, salió también a la gallega, responsabilizando en interno al presidente Mañueco, señalando que él, de momento, es sólo un candidato y (lo más obsceno a mi juicio) culpando al Partido Socialista de la decisión, apelando al compromiso de los populares con la estabilidad del Gobierno de Castilla y León y con la no repetición de elecciones. Se le olvida, quizá, que dicha comunidad gozaba de un gobierno estable, con Ciudadanos dentro del ejecutivo, y que se convocaron elecciones anticipadas como parte de una errática estrategia dirigida desde Génova 13 por un tal Pablo Casado (aún oficial -pero ya no oficioso- presidente del PP), que quiso ir por lana (ahí están sus fotos de campaña) y salió trasquilado por prestar demasiada atención a las ovejas (las de las fotos y las de algunos grupos parlamentarios) y muy poca a los lobos, que hay unos cuantos en Galicia, por cuyos montes y bosques corre aún la leyenda del Lobishome y su transformación de hombre apocado, moderado, a bestia sanguinaria en función de la luna...