ecididamente, Pedro Sánchez no ha tenido suerte. Aunque quizá este momento de caos no es tanto un capricho encadenado del azar como el resultado de su capacidad política. Pero no recuerdo un presidente del Gobierno con una legislatura tan convulsa, al que se le amontonaran tantos conflictos y se le amotinaran tantos gremios y tantos ciudadanos al mismo tiempo. Adolfo Suárez tuvo que apechugar con intentos de golpe de Estado y Felipe González con las calles incendiadas por la reconversión industrial, pero el parte de incidencias de Sánchez hoy mismo da para llenar un Telediario, incluida la información meteorológica, que por ahí también le acabarán lloviendo los problemas. El todavía jefe del Ejecutivo ha tenido que lidiar desde el comienzo de su mandato con una feroz presión de los poderes económicos y mediáticos por el acuerdo de coalición con Unidas Podemos; luego llegó la controvertida gestión de la pandemia, para la que no había antecedentes con los que orientarse; y más tarde una erupción volcánica; y después la subida de precios de la energía; y una guerra con todas sus secuelas colaterales (esa es la batalla sorda que está ganando Putin al resto de Europa); y la movilización paralizante de los camioneros; el anuncio de otra por parte de los taxistas; y hasta un nuevo frente en el Sahara. Solo cabe preguntarse: ¿qué será lo siguiente? Le está pasando a Sánchez como a esos boxeadores incapaces de mantener firme la guardia ante el aluvión de golpes, recostado contra las cuerdas, encajando una paliza con la esperanza de que le salve la campana. No sé como va salir de esta; porque ni la baza económica, el poner sobre la mesa 500 millones de euros para ayudar a los gastos del gasóleo, ha conseguido frenar la huelga del transporte. Al contrario, a las pocas horas de lanzar ese anuncio, nuevas organizaciones de transportistas se sumaron a la huelga. El riesgo de parálisis en el Estado está próximo, sin olvidarnos del tremendo daño que provoca a las economías familiares más débiles, las que hacen malabarismos para llegar a final de mes, estas subidas de precios, algunas injustificadas y realmente salvajes. Ya se sabe: a río revuelto, ganancia de pescadores. Y ahora la pieza codiciada es Pedro Sánchez.

No recuerdo un presidente con una legislatura tan convulsa, al que se le amontonaran tantos conflictos y se le amotinaran tantos gremios y ciudadanos al mismo tiempo