uiero analizar el término colectivo que tantas veces se utiliza en el ámbito de la educación y la enseñanza. El de los padres y madres, el del alumnado, el del profesorado,... Frente a la búsqueda y logro del desarrollo personal, objetivo prioritario de la educación, los medios de comunicación hacen frecuente alusión a colectivos. Lo hacen a la par que rechazan las generalizaciones. Tal contradicción suele ser fiel reflejo del lenguaje de ciertos políticos.

Ejemplifico mi reflexión con el caso del profesorado de Religión que, por aplicación de la LOMLOE, tras la decisión del Gobierno de Navarra de reducción de la carga lectiva, van a ver alterada su situación laboral. El inminente Pleno del Parlamento foral del jueves 31 de marzo va a tratar de cerrar el tema. Me resisto a la falta de sensibilidad y de tacto que supone referirse a ellos y ellas como el "Colectivo de docentes de Religión". Son personas, con nombres y apellidos, que en la mayoría de los casos llevan una larga trayectoria profesional en las aulas de la enseñanza no universitaria. Son partícipes de la vida académica en cuantas actividades se les requiere. En algunos casos han llegado a ser tutores, con lo que ello implica de coordinación con equipos docentes, con las familias, con cada alumno. Se ofrecen como acompañantes de actividades lectivas complementarias, superando el horario lectivo, o en extraescolares. En muchos casos disponen de otras titulaciones además de la que necesitaron para ejercer su trabajo como profesores de Religión. Aunque elegidos y nombrados por la autoridad eclesiástica, reciben sus salarios de los fondos públicos. En suma, merecen un respeto y trato personal que no llego a ver.

He leído, sí, que su continuidad en los puestos de trabajo carece de sentido al disminuir la carga lectiva de su materia. Parece obvio. El Gobierno de Navarra ha llegado a escribir en un informe que en el presente curso escolar la plantilla es de 145,2 docentes. Que para el curso próximo se prevé una necesidad total de 116,3. Y para el curso 2023-24 sólo se necesitarán 88,9 docentes. Remarco el lamentable uso de los números decimales. No parece la mejor manera de afrontar el caso. No sé qué pensará el colectivo, pero imagino lo que pasa por la cabeza de esas personas. Cada una de ellas es un caso a resolver. En función de su edad, de su situación personal, de sus titulaciones, de su voluntad, deberían reencontrar un lugar en los claustros a los que pertenecen. No hablo de realizar gastos injustificables, no considero que deban seguir cobrando sin trabajar, ni creo que reclamen tal cosa. De acuerdo con que su futuro no perjudique a terceros. Tanto hablar y defender la autonomía de los centros escolares, sugiero al consejero Carlos Gimeno: ¿por qué no dejan en manos de los equipos directivos de los centros las tareas a desarrollar por estas personas a medida que vayan perdiendo su carga lectiva?

Termino con claridad. Nunca fui partidario de la inclusión de la Religión en el currículo escolar. Es materia de obligada oferta para los colegios pero de libre elección para el alumnado. Su alternativa nunca fue bien definida. Tampoco comulgo con la reducción horaria, aunque legal, que limita a una hora semanal su docencia; no deberían existir materias con tal escasez de horario; es una lacra que sufre el propio profesorado y alumnado. El Concordato, Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español de 7 de junio de 1941, renovado el 3 de enero de 1979, debe ser reformado. La propia jerarquía eclesiástica podría mantener a estas personas en sus parroquias. Estarían al servicio de otro colectivo: la feligresía, que recibe servicios religiosos gratuitos. Me atrevo a decir que separadamente ganarían tanto la Iglesia católica como el Estado. Dios y el César.

El movimiento se demuestra andando y la justicia siendo justos. La resolución de este delicado tema debería concitar la unanimidad del Parlamento foral. Sería deseable que a la proposición de ley foral que ha presentado Navarra Suma (20 votos) se ofrezca una solución de consenso y no un simple rechazo democrático (30 votos). Aunque sólo es mi opinión, quería que se escuchara y leyera.

El autor es profesor jubilado