Navarra anunció este miércoles que, a partir de ahora, los datos de los positivos detectados por covid se ofrecerán cada siete días. Una decisión en consonancia con el actual estado de la pandemia que, pese a mantenerse todavía en un alto número de contagios, está provocando idéntico número de personas hospitalizadas que la gripe. Concretamente han sido 19 quienes tuvieron que ser ingresadas por una y otra enfermedad entre el 21 y el 27 de marzo, que es la última semana de la que se han publicado datos de la incidencia de estos virus. Además, ninguna de ellas terminó con sus huesos en la UCI, lo que da idea de que, al menos de momento, este bicho ha dejado de ser la amenaza que ha sido para la salud pública en los dos últimos años.

Este escenario no lleva aparejado, sin embargo, novedades en la normativa que regula el uso de la mascarilla. El antifaz sigue siendo obligatorio en recintos cerrados y en espacios al aire libre muy concurridos, así como en los que no se pueda preservar la consabida distancia de seguridad.

Sobre el papel no parece una medida descabellada si no fuera porque la realidad nos pone a diario ante situaciones en las que el personal interpreta esta norma como le conviene, sin que el incumplimiento cuasigeneralizado parezca entrañar grandes riesgos y sin que quien dicta la norma haya hecho un firme propósito de enmienda.

Por poner un ejemplo, es absurdo que en el Navarra Arena se pueda disfrutar de un concierto con cerveza y sin mascarilla, y en El Sadar impere la ley seca y el antifaz. Y es un sinsentido que a los asistentes al IruñaRock se les exija entrar con mascarilla para limitar su uso justo al instante de acceder a este espacio bajo techo, mientras a solo unos metros los partidos de Osasuna haya que presenciarlos embozados, salvo que esta obligatoriedad con vigilancia específica de seguratas obedezca a que se esté haciendo un estudio sociológico sobre la capacidad de aguante que tiene el aficionado al fútbol.

En esta tesitura, todo indica que estamos ante el momento de relajar la imposición de la mascarilla, que obviamente podrá seguir utilizando quien se sienta con ella más seguro, y terminemos también con el absurdo que se da en los establecimientos de hostelería, donde solo carga con esta imposición el camarero y apenas el 1% de la clientela.

Es absurdo que en el Navarra Arena se pueda disfrutar de un concierto con cerveza y sin mascarilla, y en El Sadar impere la ley seca y el antifaz