El Supremo acaba de sentenciar que los contratos de gestación subrogada son nulos porque vulneran derechos fundamentales de la mujer gestante y del niño gestado, habla de "mercantilización y una explotación inaceptable", y propone la adopción al no reconocer la inscripción del bebé en el Registro Civil. La decision ha reavivado el debate sobre un modelo de reproducción que está prohibida en el Estado español pero no en otros países como Estado Unidos, Canadá o Ucrania, hasta hace poco la meca de los vientres de alquiler. De hecho son muchas las parejas que estaban pendientes de regularizar los trámites para sacar a bebés del país cuando estalló la guerra. Estos niños cuestan entre 40.000 y 60.000 euros, la mitad de lo que vale en Estados Unidos que una pareja elija una madre dispuesta a llevar a su embrión en el vientre. El alto tribunal deja claro que la gestación subrogada supone una vulneración de derechos humanos "claves" tanto de la madre de alquiler como del niño. Ambos se tratan como "meros objetos" en compraventa, tal y como refrenda la abogada Irati Aizpurua quien admite que el fallo puede establecer "una jurisprudencia consolidada". Aunque se trata de contratos nulos a través de los juzgados civiles se logra el registro de estos niños en ese país y a partir de ahí por la vía de pasaportes o documentos se traen los bebés. La realidad se distancia así de la norma. El tema tiene miga. En otros países, como la India, desde 2015 solo se permite el acceso a matrimonios heterosexuales en cuyo país esté permitido este método reproductivo. Intuyo que la mayoría de las mujeres de estos países subdesarrollados que alquilan sus vientres no tienen libertad para elegir sino más bien necesidad y el contrato se asemeja a la esclavitud como lo es la venta de órganos. Las propias feministas no se ponen de acuerdo en torno a esta cuestión aunque la mayoría se oponga a la maternidad subrogada. La Red Estatal contra el Alquiler de Vientre, que agrupa a más de 40 organizaciones feministas, lo califican como explotación reproductiva ("las mujeres no somos ganado") pero también hay voces que censuran que, al igual que la prostitución, tenga que haber mujeres que digan a otras lo que tienen que hacer con su cuerpo. También parte del movimiento LGTBI se ha mostrado más dispuesto a defender estas prácticas reproductivas, una alternativa para hombres y mujeres del mismo sexo. Lo cierto es que en el conjunto del Estado más de mil parejas recurren cada año a niños y niñas subrogados. Personalmente creo que la adopción es una alternativa más enriquecedora y solidaria para madres y padres o personas que no consiguen tener hijos o quieren ampliar su familia. O incluso el acogimiento, sobre todo ahora que tenemos tantos refugiados huyendo de las guerras y hambrunas en el planeta. Niños y niñas que ya existen, a los que se les da la oportunidad de tener un hogar. En cualquier caso, es un asunto tremendamente delicado en una sociedad occidental donde la infertilidad y el retraso en la maternidad suponen un problema de primer orden. Y a muchos niveles.