a memoria es un lugar al que de vez en cuando conviene volver. No es un destino, es parte necesaria del viaje de la vida. Negar la memoria es negar lo que somos, lo que fuimos, lo que fueron, lo que seremos. Por eso hay que reivindicarla y trabajar por ella para que no se pierda ni caiga en el olvido. Sobre todo en estos tiempos de guerra y tanto negacionismo, también en este campo de la Memoria Histórica, con la ultraderecha no solo acechando sino gobernando con un peligroso discurso que nos lleva a terrenos por los que no hay que volver a transitar. Por eso hay que acercar la memoria al presente e integrarla como una pieza más, clave para la convivencia y el futuro. Con orgullo, con dignidad, con convicción, con entereza, con fortaleza, con decisión, con todo lo que de nuevo ayer se sintió en el acto de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (AFFNA-36), que tras dos años alejados de la calle por la pandemia volvió ser un reencuentro emotivo y necesario en el que los testimonios de los familiares de víctimas de la represión franquista volvieron a sonar, relatos duros pero también esperanzadores. Navarra fue una comunidad duramente castigada y está siendo una de las que más y mejor está trabajando por la verdad, la justicia y la reparación de todas las víctimas, desde las asociaciones, desde las instituciones y desde la sociedad civil. Hay están la ley de Memoria Histórica o el Instituto de la Memoria, que esta semana dio un nuevo paso hacia su consolidación dentro de la estrategia sostenida del Departamento de Relaciones Ciudadanas e Institucionales, que también trabaja las líneas básicas de la paz y de la política lingüística, que no es otra cosa que convivencia entre lenguas. Una de las principales aportaciones de la anterior legislatura -que fue fundamental y puso las bases el cambio real en Navarra- fue la confluencia entre la labor de las diferentes asociaciones, que venían de transitar de forma incansable el largo y desprotegido sendero de la Memoria Histórica, con las instituciones oficiales (Parlamento y Gobierno) que tenían en su mano dar el impulso definitivo a sus causas con leyes y estructuras perdurables. Un encuentro que permitió poner a Navarra a la cabeza de la Memoria Histórica, no solo por su pasado sino por el trabajo presente y por la apuesta del futuro. Porque es precisamente lo que ahora está en juego: un futuro basado en valores y principios democráticos o un futuro marcado por la cultura de la exclusión, la imposición y el olvido. Y el pasado nos da lecciones de futuro. Pero como hicieron nuestros antepasados toca de nuevo implicarse en este reto. La democracia no es algo ya conseguido y que se mantiene por si sola. También está en riesgo. Hay que trabajar cada día por ella. Y para ello la mejor brújula son los principios y la ética. Los derechos humanos y la empatía. Aquí y en todos los sitios. Antes, ahora y siempre.

Hay que reivindicar la Memoria y trabajar por ella para que no se pierda ni caiga en el olvido. Sobre todo en tiempos de guerra y negacionismo, con la ultraderecha acechando