u antecesora en el cargo nos regaló la impagable secuencia sanferminera de la huida pavorida ante un burel en el callejón de la plaza. Al actual Delegado del Gobierno en Navarra no le cogerá el toro. Es sabio y prudente. Ante el enésimo incumplimiento del traspaso de Tráfico, sentenció: “Llegará cuando tenga que llegar”. ¿Cabe mayor lucidez? ¿Quién se lo puede rebatir, siquiera discutir? Oratoria de precisión. Podría haber sido aún más certero: “Llegará cuando llegue”. Y punto. Paradigma de profeta. Pero la formulación “cuando tenga que llegar” añade un matiz de superioridad por parte de la Administración Central, a la que representa. La competencia exclusiva de Tráfico era un derecho histórico de Navarra. Franco lo fulminó por decreto. Su devolución por vías democráticas es farragosa. Tampoco ayuda el PSOE, un partido con alma jacobina, centralizadora. Ni la falsa treta derechosa de que con esta transferencia se quiera “echar a la Guardia Civil de Navarra”. El delegado discrepó de la apreciación de Remírez, portavoz del Gobierno foral -ridiculizado por los hechos tras sus anuncios de firma inminente- de que las posturas “no están cercanas”. Puso énfasis en el “trabajo intenso” de las mesas negociadoras: “Estamos trabajando en ello”. Pero sin el acento texano de Aznar. José Luis Arasti va a cumplir cuatro años en el cargo, después de haber sido pertinaz candidato a la alcaldía de su pueblo (Milagro), militante con cargos internos y asistente del grupo parlamentario socialista. Su condición de coetáneo y paisano de Santos Cerdán, secretario de Organización en la Ejecutiva nacional, ayudó en su ascenso. El compromiso del traspaso lo acordaron Sánchez y Barkos en octubre de 2018. La firma estuvo comprometida para antes de mayo de 2019 y, después, para el 1 de diciembre de 2021. Los agentes de Tráfico de la Benemérita ya disponen de “pasarela” pare vestir de forales. Los incumplimientos políticos no la necesitan. Desfilan solos.