ísperas del quinto peldaño de la escalera. La Federación de Peñas propone una “reflexión y perspectiva” sobre Sanfermines. Tres jornadas (27-29) en el Condestable. Objetivo: “realzar y mejorar” todo lo relacionado con las fiestas y analizar las claves que las hacen “sin igual”. Tres ejes vertebradores: “Presente y futuro”, “Proyección exterior” y “Espontaneidad y participación”. Figuro en el cuadro de ponentes. Los muy cachondos me sientan en la mesa sobre el presente y el futuro, cuando lo mío es ya el pasado. El presente aparece desfigurado entre una nostalgia borrosa y una euforia algo forzada. El ser humano se acostumbra a las pérdidas. Como el tiempo perdido estos dos años de ayuno sanferminero, lapso precioso para haber abordado los asuntos que esos días se van a plantear. Lo peor de vaticinar el futuro a mi edad es no llegar a verificar el acierto o el error en el pronóstico. Serán otros los que aplaudan la visión de futuro o se mofen del augurio. Entiendo que los Sanfermines o serán como son o no serán. Su esencia tradicional se sustenta en el ciclo del toro, en las celebraciones religiosas y en los actos institucionales. Lo religioso es una ficción porque San Fermín no existió. Lo institucional, una apropiación política de lo popular. Lo relacionado con el toro ofende a la creciente sensibilidad contra el maltrato animal. Lo aliñas con desmesurada ingesta de alcohol a la mesa y en la calle, salpimentada con música y jolgorio, y obtienes la fórmula secular de nuestras fiestas. El encierro les da proyección; las corridas, empaque taurino; el ambiente, capacidad de convocatoria. El formato parece en lento e imparable proceso de caducidad. Lo único con relevo generacional es la juerga. Ni el encierro, ni la feria taurina, ni la procesión. Habrá que encontrar otros modos de celebrar, mantener y crear cultura del ocio. Quizá sin santo y sin toros. Autóctona, espontánea, participada. Desde el ingenio popular. Como siempre.