acron confirmó los pronósticos y ganó con claridad las elecciones presidenciales en Francia a la extrema derecha de Le Pen. A los electores franceses se les proponía elegir entre las malas políticas del ultraliberal Macron y las peores que auguraban la llega de Le Pen a la presidencia de Francia y en esa disyuntiva siempre lo malo es menos malo que lo peor. La Unión Europea respira tranquila porque la elección de Le Pen podía ser una pesadilla para una Europa que lleva años mostrando signos evidentes de agotamiento y creciente desencanto político y social de sus ciudadanos con sus políticas sociales y económicas. El propio Macron lo reconocía la misma noche electoral: "La cólera que ha llevado a votar a Le Pen tendrá respuesta". Sea cólera o lo que fuese, la realidad es que la extrema derecha ha sumado el 42% de los votos y se sitúa en una posición de liderazgo ante las elecciones legislativas del próximo mes de junio. Un estado de ánimo que elevó también la suma de la abstención y los votos nulos y en blanco al 40%, un resultado histórico en unas elecciones presidenciales en Francia. La UE lleva años en situación de respiración asistida y el respiro del triunfo de Macron en Francia o el de los ecologistas y las izquierdas en Eslovenia frente al ultracoservador extremista Jansa son aire, pero no es suficiente para sacarle de esa situación asistida que es ya una enfermedad endémica que se va extendiendo poco a poco por más estados de la Unión. De hecho, el resultado de las elecciones en Francia ha sido recibido con mayor entusiasmo en otros estados europeos que en la propia Francia. En el Estado español, la derrota de Le Pen y la eficacia del cordón democrático ante la extrema derecha deja aún más en evidencia y aislados pactos como los del PP con la ultraderecha de Vox en Castilla y León o el que se puede avecinar en Andalucía. La simbología democrática del resultado electoral en Francia deja en muy mal lugar en Europa el recién estrenado liderazgo de Feijóo en el PP de la mano de Vox. Lo pinte como lo pinte. Según las encuestas, el 50% de los votos que obtuvo Macron han sido prestado de otros espacios electorales, principalmente de los electores que apostaron por la izquierda de Mélenchon en la primera vuelta y por el centrismo republicano. Aunque en mucha menor medida que hace cinco años. Ambas derivadas son lecciones también para la política española y navarra. Hay una fractura política en Francia con los valores democráticos como único punto de enganche que se deberá definir de nuevo en las próximas legislativas. Una fractura que demuestra que asumir los discursos de la extrema derecha no esd un camino eficaz para detener a la extrema derecha, sino que al contrario solo lo alimentan. Las agresivas políticas ultraliberales y antisociales de Macron y el endurecimiento penal y legal contra la inmigración y las protestas ciudadanas solo han engordado a Le Pen. Un campo de cultivo electoral diseñado en buena medida desde las políticas de Bruselas. Europa es hoy un escenario de desencanto. Un caldo de cultivo para el escepticismo, la homofobia, el populismo, donde la derecha extremista cabalga cómoda sobre la ola que rechaza la UE de hoy. Y ahora además la guerra en Ucrania tras la ilegal invasión rusa y las consecuencias económicas que arrastrará en el horizonte. El desentendimiento es un estado peligroso en política.