Pamplona es una ciudad muy permisiva con el consumo de alcohol en la calle. Individual y en grupo. Una actividad ilegal, consentida en la práctica. El botellón es su modalidad más visible, grosera y reprobada. No por la ingesta de alcohol en mezclas potenciadoras de su efecto, sino por las molestias sociales y estéticas y su disrupción del comercio hostelero. El equipo de gobierno del Ayuntamiento presentó en solitario la campaña de sensibilización No al botellón. Sí al ocio responsable. La oposición no quiso participar en la ronda copera. Su destinataria: la juventud. Su expresión:

de altura, estructura metálica revestida con aluminio. Sus lemas: “Vecinos cansados”,

”, “Bares hasta la coronilla” y “Barrenderos exhaustos”. Su emplazamiento: Vuelta del Castillo, Taconera, Yamaguchi, Plaza de los Burgos. Campaña también en redes sociales, elementos del mobiliario urbano y medios de comunicación, además de charlas en centros educativos sobre consumo de alcohol y drogas (falta intercalado el adjetivo “otras”). Cambios de iluminación en calles y más cámaras de videovigilancia. Las campañas de sensibilización son un placebo calmante de la conciencia institucional con pobres o nulos resultados en el comportamiento ciudadano. Las botellas de esta campaña serán fondo de selfi de cuadrillas con vasos y botellas en las manos. Mofa con alcohol. Y riesgo de mofa cuando toda la cuadrilla gobernante elige la botella de “Vecinos cansados” para posar en el acto de presentación. Futuro meme electoral. El botellón no se circunscribe a parques y plazas solitarias. Una cosa es el de autogestión, por motivos de autonomía y economía, y otra el de inmersión. La profusión de bares -saturación en algunas calles- determina un ocio alcohólico. Aquí, a la menor le quitamos el tapón al botellón. Es cultural. El Ayuntamiento prioriza el orden a la salud. El ocio responsable es salud. Incluso en los botellones.