oy solo unas líneas para expresar mi apoyo -sea inútil o no lo sea espero-, a los derechos del periodista Pablo González, detenido en Polonia desde el pasado 28 de febrero. Un juez le ha prorrogado otros tres meses la prisión preventiva sin justificar ni presentar pruebas que sostengan la acusación de la Fiscalía de espionaje en favor de Rusia cuando se había desplazado a la frontera polaca con Ucrania para informar de las consecuencias de la invasión rusa. Una detención arbitraria e injustificada que aplica una norma excepcional como es la prisión preventiva como una norma de castigo que conculca todos los derechos de Pablo González como ciudadano europeo y ciudadano del Estado español. Aislado y sin poder mantener contacto con su familia ni siquiera con su abogado de confianza. Tampoco a su abogado en Polonia le han permitido acceder a la documentación de la causa, que se mantiene como materia clasificada, con lo que su situación es de indefensión absoluta. Es un escándalo de violación de los derechos civiles democráticos de un ciudadano europeo en un país de la misma Unión Europea. Y más escandaloso es aún el silencio cómplice del Gobierno español que no ha adoptado ninguna iniciativa en favor de su liberación ni tampoco ha mostrado sensibilidad alguna con su situación personal y familiar. Y lo mismo se puede decir de la mayoría de las asociaciones profesionales de periodistas y de buena parte de sus compañeros. Y de los líderes políticos de la UE, todos aferrados al manto de silencio. El silencio y mejor mirar hacia otro lado a la espera de que los acontecimientos evolucionen es el mismo ejercicio entre cobarde e inútil del avestruz que entierra la cabeza. Polonia es un ejemplo objetivo de la involución de las democracias hacia modelos políticos y judiciales autoritarios que ha recibido ya varias llamadas de atención de las instituciones de la UE por incumplimiento de los acuerdos y tratados de la Unión y por vulnerar sistemáticamente sus principios democráticos -entre ellos, el de la libertad de prensa, acosada y perseguida-, y por la falta de imparcialidad y garantismo de su sistema judicial. El mismo camino que ahora está practicando impunemente con Pablo González. La insensibilidad, el individualismo exacerbado, el fanatismo religioso y la pérdida como un valor democrático básico de la solidaridad comunitaria son los males que acompañan al retroceso de unas democracias asaltadas por el autoritarismo reaccionario y la violencia sin que apenas no estemos dando cuenta. Al final será ya muy tarde. La libertad y un proceso judicial con garantías para el periodista Pablo González son exigencias democráticas mínimas e irrenunciables. Al menos lo son para mí como ciudadano y como periodista. Lo contrario es otra vez más una puerta abierta a que tras él sean atropellados miles.